Mediterráneo. Desde que este verano estuve por Cabo de Gata, leyendo mientras tomaba el sol en la Playa de los Muertos, llevo dentro de mi cabeza un runruneo continuo sobre lo que significa ser Mediterráneo. Un pensamiento que no termina por cuajar, como si fuesen esas olas del mar que vienen y se van, pero, perezosamente, no acaban por llegar. ¿Los mediterráneos nos definimos más por ser pasionales, viscerales y sensuales?, ¿o por el contrario somos más racionales, equilibrados, metódicos y trabajadores?. La respuesta obvia y conocida sería decir que somos más como los primeros, un vendaval de sensaciones sin estribos que nos aten. Pero ningún tópico describe la realidad.
Los Piratas de la Ciencia tenemos una relación, casi podríamos decir que profesional, con este mar. En la red Yasmin (Your Arts and Science Mediterranean International Network) colaboramos como moderadores de esta red por la difusión y la relación entre arte y ciencia en el contexto de la cuenca Mediterránea. Cuenca, como un cuenco que contiene ese caldo histórico, que ¿actúa como enlace o como muro entre culturas?. Desde el año pasado el barco R.H. Heráclitus está realizando un viaje de cuatro años por distintos lugares del litoral mediterráneo, visitando sus cuatro costados con la intención de entrevistar a los hombres y las mujeres de este mar. Un proyecto que pretende recordar la historia que los pescadores han depositado en la memoria colectiva. La memoria de los que somos Mediterráneos. Los Piratas les servimos como apoyo en su visita a Valencia, y ahora seguimos su navegación a través de Internet, publicando algunas de sus noticias y anécdotas en el blog de los amigos de su expedición. Su viaje ha tocado las costas de España y Francia, pero piensan recorrer países como Italia, Grecia, Egipto, Túnez o Turquía. Países de la vieja Europa, y de las más viejas aun África y Asia. El mediterráneo como lugar primigenio de Oriente y Occidente. ¿Un charco para mezclar y contagiarnos?, ¿o agua para intercambiar?. Una vía líquida que adviene a la odisea del comercio, pero también la tragedia de la ruleta de patera.
Hoy en día el Mediterráneo también está significando alzamientos de nuevas democracias, y a su vez centro de motivación popular para las ancianas libertades europeas. Parece que siempre ha sido un lugar de oportunidades, al pensarlo y al disfrutarlo. ¿Y la ciencia?, ¿existe la ciencia Mediterránea?. Quiero decir ¿Qué capacidad de gestión y liderazgo podría tener la política científica en el contexto mediterráneo?. ¿Qué nuevas oportunidades en el seno de la gestión y la organización científica podrían desarrollarse bajo este nexo?. Este parece un momento en el que Europa resulta necesaria, pero suena lenta, como el andar de una mente roída por el miedo, o quizá una mente simplemente dotada de razón y muy poca sensualidad. La ciencia, tal cual hoy la conocemos, parece que sea hija directa de la Ilustración y de la revolución industrial, pero ¿qué hay de esa ciencia cultivada al sol de mediodía, palpitando con el sonido de las chicharras, guiada por los consejos en los foros y las academias clásicas helénicas?. ¿Por qué no pensar que este Mediterráneo, origen de nuestra palabra y pensamiento, puede crear y construir a su manera?. Indudablemente, el “cómo” es el reto. Puede que situar la mirada hacia el mar, y no tanto hacia el norte, sea un comienzo.