El otro día, una amiga pirata me reenvió un correo electrónico que está circulando a través de Internet, avisando de lo peligrosos que pueden llegar a ser los aparentemente inofensivos imanes que solemos tener en las puertas de las neveras. Porque, ¿quién de nosotros no tenemos puesto más de uno? En el mensaje se llega incluso a calificarlos de “letales”, según dice, probado mediante rigurosos experimentos realizados en ratones por investigadores de la Universidad de Princeton. ¡Ahí es nada!
No voy a reproducir el mensaje aquí porque es un poco largo, pero con escribir en cualquier buscador de Internet las palabras “imanes”, “nevera”, cáncer” ya salen varias páginas al respecto, por si no se quiere añadir las más largas “radiaciones electromagnéticas”. En síntesis, el mensaje nos avisa de que los imanes contaminan los alimentos que hay en el interior de las neveras, tornándolos cancerígenos. Ello se debe a las radiaciones electromagnéticas que emiten. Resultado: sin nosotros saberlo, los imanes de las neveras pueden resultar mortíferos.
¡Vaya con los imanes; los entrañables imanes, tan mágicos para los niños! A mí, de niño, sus poderes de atracción y de repulsión me cautivaban. Creo que aún surten ese efecto. Y qué decir de los de las neveras, lúdicamente inútiles para los adultos, pero a los que los niños los sacan un partido tremendo. Mi sobrina se entretiene jugando con ellos en ese espacio infinito de posibilidades que es la puerta de una nevera, colocándolos en mil ordenes distintos, quedando al final formando una meticulosa hilera, y dejando testimonio de la presencia reciente de un niño en la cocina. Por otro lado, hemos de reconocer que, aunque inútiles, son un obsequio fácil y económico para regalar a familiares y amigos después de un viaje. Y es que, además, son un recuerdo decorativo que ocupa poco espacio, personaliza nuestra nevera y la integra en mundo en el que vivimos, haciéndola una nevera globalizada.
El correo de los imanes ya me había llegado hacía algún tiempo y navegué por Internet a ver qué se decía sobre él. En pocas palabras: es falso. De todos modos el análisis de estos “micro-mitos” de la sociedad contemporánea me muy parece suculento, y lo dejo para otra entrada de este blog, si se tercia.
La falsedad de informaciones de ese estilo suele ser fácil de detectar por varias cosas. En este caso habla de la Universidad de Almería en Cuenca y de un profesor de ésta que no aparece en ningún directorio universitario, que es quien reenvía el correo. También se pueden detectar por el lenguaje que emplean. Como dicen algunos internautas que comentan la información, aquí nadie usa palabras como “heladera” o “freezer” para referirse a la nevera o el congelador, que eran términos que aparecían en versiones anteriores. Lo curioso es que hay quien ha notado que algunos términos les repateaban y lo ha adaptado, en sucesivos reenvíos. Esa es otra forma de detectar el engaño. Y también está el hecho de que, si los buscamos, no encontraremos ningún equipo de investigadores de Princeton que haya publicado algo sobre el tema. A mí me resulta más fácil detectarlas por cosas como éstas que por saber que los imanes no emiten radiaciones electromagnéticas. ¿O sí lo hacen? Disculpen mi incultura científica.
Lo letal, dirán muchos, es la ignorancia; si existiera más cultura científica entre la población nivel cultural medio determinar si el contenido científico de muchas de estas informaciones que ocasionalmente nos llegan es cierto o no. Además, está el hecho de que los científicos y tecnólogos de vez en cuando nos sorprenden con hallazgos y descubrimientos realmente increíbles. ¿Qué nos creemos y qué no? Por ejemplo, y ya que hablamos de frigoríficos, ¿nos creemos o no que el agua caliente se congela más rápidamente que la fría cuando las metemos en dos recipientes iguales en el congelador? O, cuando se nos rompe una bombilla de bajo consumo, ¿seguimos o no el protocolo ritual de seguridad que nos aconsejan poner en práctica algunos de estos mensajes? ¿Se resuelve todo sólo con más cultura científica?
Imagen: criandocuervos
2 comentarios
adlh dice:
8 feb 2012
Javier, me parece que pillaste al mentiroso y al cojo. Efectivamente, la incultura es letal pero cómo no quieres que sea así en un país en el que poco a poco la cultura, ampliamente entendida, cada vez está viendo más coartado su campo de acción. Adolescentes que no saben leer y por tanto tener una visión crítica de un texto no pueden en un futuro plantearse el hecho de tener una actitud escéptica frente a todo lo que se le presente.
Por cierto, aun no había comentado pero os sigo des de la primera entrada del nuevo blog!! Suerte con vuestra andadura!!
Javier dice:
26 abr 2013
Muchas gracias por seguirnos y por el comentario. Últimamente no tengo tan claro que todo sea explicable por la incultura, es decir, ignorancia o falta de conocimiento. Aunque en el fondo todo acaba residiendo en eso, el problema es que no tenemos(y lo que es peor, no podemos tener) un bagaje suficiente para dar crédito o no a todo lo que nos llega, con lo que cual seleccionamos en qué creer y en qué no creer. Por eso pienso que hay que prestar más atención a las explicaciones que la psicología social ofrece sobre el funcionamiento de las creencias de los individuos. De hecho este tipo de leyendas que se camuflan con lenguaje científico pueden ser un coladero.