Lo oímos constantemente, incluso lo hemos comentado antes. El fenómeno de la fuga de cerebros está más presente que nunca en la sociedad científica española, no tanto por lo enriquecedor de la experiencia sino porque cada vez van quedando menos opciones para aquellos que quieren desarrollar una carrera científica, por obra y gracia de los gobiernos que tan democráticamente elegimos.
La fuga de cerebros se considera algo negativo para el desarrollo científico de un país. Y desde luego lo es cuando no se produce la “repatriación” de esos cerebros fugados. Sin embargo, la realización de estancias en el extranjero es considerada como una valiosísima experiencia en el curriculum vitae de todo investigador. Tiene sentido. Desarrollas tu actividad científica en un entorno nuevo, distinto; idealmente en un grupo de reconocido prestigio internacional en un campo concreto. “Te vas con los que más saben”. Estoy de acuerdo. Además, generalmente te garantizas el dominio práctico de un idioma extranjero y adquieres experiencia como ciudadano independiente y de pleno derecho en otro país.
Las estancias se consideran tan importantes que son, en algunos casos, condición sine qua non para solicitar becas. Y se puntúan como méritos en los baremos de los concursos u oposiciones. Y así debe de ser.
Aunque… ¿qué pasa si el grupo que más sabe del mundo sobre los hábitos migratorios de los percebes está en Sanxenxo? ¿Y si los fondos documentales más extensos sobre corrupción política y delitos asociados están en Monteolivete? ¿Tan malo es, en comparación con una estancia en el extranjero, un período de trabajo en un grupo de investigación en España?.
En algunos momentos durante la realización de la tesis doctoral oyes hablar de las estancias en el extranjero como oíamos hablar antes de la mili aquellos que por suerte (o por los pelos) nos libramos de hacerla. Algo obligatorio, que te separaba de tu entorno, una experiencia con cierta dosis de trauma de la que algunos decían haber sacado provecho.
Yo, al igual que miles de investigadores en España, he hecho una estancia postdoctoral en el extranjero. Tuve momentos buenos, y otros no tanto, pero la valoro muy positivamente tanto a nivel personal como profesional. De hecho, repetiría. Y recomiendo a todo el mundo que lo haga. Pero no me considero mejor preparado que alguien que ha desarrollado un trabajo en un buen grupo de investigación en España. También me he encontrado al volver (porque sí, yo quería volver) con que pese a la supuesta valoración del mérito, las oportunidades siguen siendo escasísimas. Y esto también se lo digo a los que se lo están planteando. Hay incluso incoherencias en el sistema, con becas donde se exige esa estancia como requisito pero es posible eludirlo con una justificación del investigador responsable.
No dudo del valor de las estancias en el extranjero. Aunque sí de su valoración.
Quisiera compartir con vosotros uno de los resultados de mi estancia en Dinamarca. Un artículo que nunca llegó a publicarse, aunque cumplía todos los requisitos…
Autores
Pardo-Ibáñez, P. R.; Esquizofrenia-Incipiente, S.; Tiempo-Libre, A.(3)
Resumen
En el presente trabajo se documentan las principales acciones, actitudes y sucesos que tuvieron lugar durante los primeros treinta días del ensayo diseñado por los autores para analizar la adaptabilidad y respuesta del sujeto español promedio (SEP) en condiciones alejadas de las que generalmente se consideran adecuadas para su desarrollo. Se puede concluir que tras el periodo de tiempo trascurrido el SEP responde favorablemente al entorno planteado.
1 comentarios
La mili blanca dice:
9 ene 2013
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