Los niveles de conocimiento de la sociedad española sobre nanociencia y nanotecnología son significativamente bajos. Según el Eurobarómetro sobre Biotecnología del año 2010, el año más reciente del que tenemos datos, casi el setenta por ciento de los españoles decía que no había oído hablar de “nanotecnología”. Y de ese porcentaje no podemos inferir que la otra parte, es decir, aquellos que les sonaba la palabreja, que son algo más del treinta por ciento, sepan aproximadamente qué es esa cosa llamada nanotecnología.
La nanociencia y la nanotecnología tienen que ver con el conocimiento, control y manipulación de la materia a escala nanométrica, campos con un gran potencial de aplicaciones, como se comentaba en una entrada anterior. El desconocimiento general que existe sobre ambas podría explicarse porque estamos hablando de un campo emergente que está consolidándose. O bien porque sin ser realmente campos tan nuevos, sí lo son dichas denominaciones.
Sin embargo, el nivel de conocimiento que los españoles tienen sobre nanociencia y nanotecnología, comparado con el de los ciudadanos de otros países europeos, es de los más bajos de Europa, ateniéndonos a los datos de los eurobarómetros. Por otro lado, también nos encontramos con que el nivel de conocimiento de los españoles sobre tales cuestiones apenas ha aumentado a lo largo de estos últimos años. Cabe entonces pensar que esta situación tiene más que ver en general con los bajos niveles de interés y de conocimiento de la sociedad española, tal y como apunta algún estudio reciente sobre el tema, que con la novedad de la nanociencia y la nanotecnología.
Un hecho curioso de todo esto es que la posición relativamente avanzada que ocupa España [o quizá debería decir, “ocupaba”, después del recorte y desmantelamiento llevado a cabo por los dos últimos gobiernos, en especial, el actual] en el desarrollo científico y tecnológico a escala internacional contrasta con el bajo nivel de cultura científica. Y en nanociencia y nanotecnología ocurre tres cuartos de lo mismo. Y eso a pesar del gran esfuerzo institucional de fomento de la cultura científica que se ha hecho en la última década. (O también podríamos verlo de manera más optimisma: ¡dónde estaríamos si no se hubiera llevado a cabo!).
Sin que con lo que vamos a sostener estemos asumiendo lo que en el ámbito de la comunicación y comprensión pública de la ciencia se conoce como el “modelo de déficit”, que es un modelo que pretende explicar las actitudes negativas de la población ante la ciencia y la tecnología a partir de los bajos niveles de conocimiento público sobre ambas, creemos que con bajos o nulos niveles de conocimiento sobre nanociencia y nanotecnología es más fácil que la gente malinteprete determinados conceptos y contenidos de éstas.
Por tal motivo, recientemente hemos llevado a cabo una investigación en la que hemos preguntado a investigadores en nanociencia y nanotecnología, entre otras cosas, qué conceptos piensan que pueden ser los que más fácilmente se prestan a ser malinterpretados o mal comprendidos por la gente. El propósito es que tal información se tenga en cuenta en las actividades de divulgación.
Entre los resultados, los expertos consultados destacan, en primer lugar, las cuestiones relacionadas con los aspectos toxicológicos de los nanomateriales (la biotoxicidad, la nanotoxicidad, etc.), bien por la dificultad de tales cuestiones, bien porque el hecho de hablar de esos aspectos puede dar lugar a pensar a algunos que todos los nanomateriales son tóxicos. Y en relación con ello estarían los términos que pueden hacer que la gente lo asocie a lo nuclear y a lo radiactivo como “nanopartícula” o “cuántico”. En segundo lugar aparecen términos que actualmente están más en el terreno de la ciencia-ficción que de la realidad, como son “nanorobots” o “nanobots”. Finalmente, también destacan que cualquier término cotidiano al que se le añada el prefijo “nano” puede ser fácilmente mal interpretado por el público, debido a que los objetos conocidos pueden provocar una especie de interferencia de significados, al llevar a pensar en las entidades de la escala nanométrica como similares a las comunes, sólo que de muy pequeño tamaño. ¿En qué pensaría usted sino si de repente oyera hablar de nanoagujas, nanohilos, nanotijeras y nanopuntos?
En las actividades de divulgación sobre nanociencia y nanotecnología algunas de estas cuestiones podrían tenerse presentes, para, en algún momento, intentar dejar las cosas claras. O incluso estas potenciales fuentes de malentendidos podrían servir como un punto de partida de diversas actividades, un punto de partida desde el que separarse del conocimiento del sentido común, que es el principal recurso que tenemos los legos para dar sentido y formarnos una visión más amplia y profunda sobre la realidad, entre la cual están, la ciencia y la tecnología, para así ir sentando las bases de un mejor conocimiento científico público.