Ésta es una palabra curiosa, si le quitas el acento parece una verdura. La credula podría ser prima hermana del brócoli e ir por ahí a tomar café con sus amigas las crucíferas. Lo cual es curioso porque en valenciano se refieren a uno como bleda, carxofa, bajoca… (acelga, alcachofa, pimiento…) cuando quieren decir que está alelado o atontado. Total que así me siento yo, una crédula a la que si le quitas el acento sigue creyendo que le va bien la palabra.

Porque yo lo de la bioética me lo había creído. Confiaba en ella. Aún recuerdo cuando oí hablar por primera vez en profundidad de los comités, en un curso de verano para periodistas de ciencia de El País. Mi mente peregrina imaginó largas mesas de señoras con moños altos y señores de barbas largas pensando, pensando y pensando. Barajando opciones. Siendo críticos. Buscando el equilibrio entre ciencia, moral, creencias y sociedad. Como en esos acertijos tan chulos del tipo “tienes 11 pelotas que pesan todas lo mismo menos una, adivina cuál es usando solo tres veces una balanza”.

Pero ahora resulta (bueno en realidad ahora no, ya hace tiempo, lo que pasa que yo no me había enterado) que es como cualquier otra cosa y se rige por intereses o tendencias políticas. Y si no, al menos eso es lo que aseguraba esta noticia de hace un mes, donde se afirmaba que “el gobierno llena el comité de bioética de antiabortistas”. El artículo no tiene desperdicio porque parece estar hablando de un patio de vecinos. Se repasa el “currículum” de creencias o tendencias morales de cada uno, y qué lado del gobierno ha confiado en él o ella. Leyéndolo se me van cayendo una a una mis convicciones y me voy pitando a buscar sobre dicho comité. Aseguran que son un órgano colegiado, independiente y consultivo, y que se dedican a hacer “informes, propuestas y recomendaciones sobre asuntos con implicaciones éticas relevantes”, así como códigos de buenas prácticas, etc.

Leo algunas de sus notas de prensa y no me parecen especialmente conservadoras ni progresistas. Hablan mucho de la necesidad de legislar aspectos que consideran desatendidos, basan algunas opiniones en lo que llaman “los datos científicos a nuestra disposición”, y se decantan por posturas que, si están bien razonadas, les parecerían una barbaridad a los más religiosos y a los más ateos, lo cual creo que es un punto a favor. Pero la noticia me ha hecho dudar. Sigo cotilleando y encuentro el Grupo de Investigación Bioética de la Universidad de Valencia, y me gusta más como definen ellos su trabajo, “afrontar los desafíos éticos que se generan en la actualidad con una visión plural, dialogante, y respetuosa con las diversas culturas, creencias e ideologías”. Y yo pienso: pues eso, lo que yo decía, no?

Pero son todo palabras, palabras que para una crédula como yo tienen mucho valor, pero que luego se desvanecen al leer noticias como la de antes. Sin embargo los crédulos somos una rara especie que no se rinde, y nos negamos a creer que no quede gente capaz de intentar llegar a la objetividad o la crítica independientemente de sus ideas personales. Mirad, se me quedó grabada una anécdota sobre un periodista americano que cuando se jubiló tuvieron que preguntarle con gran curiosidad, ¿y usted de qué partido político es? Qué placer, qué carne de gallina, historias así son las que todo crédulo quiere oír…

Me pregunto qué hace falta para ser de un comité de bioética. ¿Es suficiente tener formación en derecho, filosofía de la ciencia, ética, antropología y derechos humanos? ¿Debería haber algo más que avalara tu independencia de cualquier tendencia política o creencia religiosa? ¿Se pueden tener este tipo de vínculos a nivel personal sin que eso afecte a tus decisiones? ¿O te acompañarán siempre y se podrá poner en duda tu criterio por ese motivo?

Quizá tengamos que asumir que no tenemos porqué estar de acuerdo con las decisiones, argumentos y opiniones que emitan los comités de bioética, si estos están para orientar y ofrecer vías de pensamiento y reflexión en conflictos y preguntas sin respuesta evidente. Quizá es que queremos que esas respuestas sí sean evidentes y coherentes, eso sí, con nuestras ideas, y cuando no lo son ya buscamos desprestigiar por alguna vía a quien las ha emitido. ¿No es lo que ha hecho ese periódico? ¿Le hubiera parecido igual de noticiable que el comité hubiera estado lleno de miembros considerados progresistas?

¿Tiene sentido un comité de bioética en el que sabiendo quienes son sus miembros ya se sabe qué dirección van a tomar? ¿O su desprestigio es solo una estrategia política y ellos se mantienen ajenos? Quiero creer en un espacio que impulse el análisis, investigue, razone, descarte, recupere, y en definitiva, busque el consenso, el equilibrio. O sea que sí, que soy una crédula, con y sin acento.

Nota: No intentéis el acertijo de las 11 pelotas, ¡me lo he inventado!

Ilustración de Kate Cobb