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Lo reconozco, tengo algo con el espacio. Con el espacio exterior, me refiero. Las noticias relacionadas con eventos, descubrimientos, misiones, captan mi atención más que las de otros ámbitos científicos más “cercanos”. No creo que sea algo raro, casi todos los niños, en algún momento de su vida, han contestado “astronauta” a la manida pregunta “¿Qué quieres ser de mayor, chiquitín?”

El caso es que hace pocos días podíamos leer en muchos medios que iba a producirse el fenómeno de la “superluna”, por el cual íbamos a verla un 12 % más grande de lo habitual. Como se explica, esto se produce por las características de la órbita de nuestro satélite. Se trata de una órbita elíptica (con la Tierra situada excéntricamente) y que además no es totalmente estable, sino que sufre pequeñas variaciones con ciclos de periodicidad baja, es decir, cada muchos años. Esto hace que la noche del 23 de Junio la distancia de la Tierra a la Luna fuera de un mínimo (perigeo) de 356.911 km. El máximo (apogeo) es de 406.740 km, y la distancia media es de 384.400 km.

Otro efecto en relación al tamaño aparente de la Luna, si cabe más curioso porque aún no está explicado del todo, es el hecho de que la veamos más grande cuando está cerca del horizonte que cuando está alta en la bóveda celeste. Como la NASA explica, la Luna proyecta una imagen siempre del mismo tamaño (0.15 mm) en nuestra retina, porque obviamente siempre tiene el mismo tamaño, así que es nuestro cerebro el que nos engaña interpretando esa información de forma que la vemos mucho más grande. De hecho, al fotografiarla con una cámara, el tamaño que obtenemos es el real. Una posible explicación es la llamada “ilusión de Ponzo”, por el que por efectos de perspectiva y comparación con objetos en el horizonte nuestro cerebro asigna a la Luna un tamaño mucho mayor que el que le corresponde. Otra hipótesis se basa en la percepción que tenemos de la bóveda celeste. En lugar de considerarla perfectamente esférica nuestra mente la “achata”, asignando menores distancias cuando vemos algo alto en el cielo que cuando lo vemos a poca altura sobre el horizonte. Esto hace que, nuevamente, nuestro cerebro nos engañe con el tamaño aparente de la Luna sobre el horizonte.

¿Qué es lo mejor de todo esto?,… pues como dicen los propios científicos de la NASA, dejarse engañar por nuestros sentidos y disfrutar del espectáculo de esa Luna enorme, que tanta relación tiene con nosotros y a la que tantos efectos, físicos y mágicos, se le han atribuido. Al fin y al cabo no está de más ser un poco lunático de vez en cuando (valga la redundancia).