huevo_caperucita

Seguro que la pasada semana os enterasteis del sarao que la gente de naukas montó en Bilbao, con un montón de charlas divulgativas sobre ciencia, proyectos, e historias varias. Se podía seguir por streaming y por las redes sociales, y parece que el resultado fue inmejorable. Aunque de entre los mensajes que pude revisar mientras estaba en otro curso de ciencia y prensa organizado por la UIMP y la revista Mètode, me picó la curiosidad por las recomendaciones la charla “El huevo y la niña”, de Scentia.

Sé que lo mejor de una charla es verla, claro, pero dejadme que os haga un resumen rápido de lo que José M. López Nicolás contó en aquella conferencia de 20 minutos que dio mucho de sí. Habló de la credencial de becario de investigación que recibió hace ahora 20 años y con la que pudo dedicarse a su tesis, basada en diseñar una línea de alimentos funcionales, y concretamente en una metodología para que una ciclodrextina extrajera el colesterol del huevo.

Vale, hasta aquí todo normal. Investigador hace su tesis, investigador acaba su tesis, investigador presenta su tesis. ¿Y vivieron felices y comieron perdices? No, los cuentos nos han enseñado que siempre hay algo tras ese final. Así que Scientia, si me permite llamarlo así, explica que le surgieron muchas dudas acerca de la aplicación de su investigación, de todo el trabajo, tiempo y dinero invertido, y el para qué de todo aquello (ay! Los famosos para qué de los que os hablaba el otro día…). Pero que gracias a aquello descubrió y reflexionó sobre lo que llama “la falacia de la investigación”, que consiste en que muchos estudios, válidos o fallidos, tienen como fin existir, porque lleguen a la luz o no, sea o no posible su aplicación, sirven para sostener muchos otros que se desarrollarán gracias a los primeros.

Pasa el tiempo y Scentia se topa con la historia de una niña con una enfermedad de las llamadas raras, Niemann Pick tipo C, que supone un problema con el transporte lipídico en el organismo y que tienen consecuencias graves. Una niña que además recibe un tratamiento aislado en Europa, en un hospital español, basado, mira tú por donde, en la ciclodrextina sobre la que hizo su tesis. Y sea por su curiosidad, o porque crea que las casualidades siempre son por algún motivo, Scentia se lanza a investigar la historia, conoce a la niña, a la familia, al grupo de médicos del hospital, y nos la cuenta en naukas13 para decirnos muchas cosas, muchas, pero de entre todas ellas quiero destacar algunas. Que la inversión en investigación no es inversión, si no gasto, pero que es muy importante. Que el trabajo multidisciplinar es básico, porque diferentes visiones y caminos acaban haciendo un tejido mucho más fuerte. Que finalmente sí, que una investigación que no ha visto la luz un día logra formar parte de una cadena de investigaciones que sí lo hacen.

Aunque concluye con algo mucho más importante, y es que independientemente del rendimiento económico, la magnitud de los estudios por la cantidad de gente a la que benefician, o las aplicaciones tecnológicas, no debemos olvidarnos nunca de que la ciencia tiene que ver con nosotros, con las personas, y que es humana, como demuestra la historia que nos acaba de contar. Que debemos humanizar la ciencia y divulgar su faceta social, esa conexión inevitable con cada uno de nosotros, ese hilo que por muy grande que sea la madeja de la que proviene siempre acaba en un extremo que tenemos asido con nuestros propios dedos.

Y sí, no se me olvida, aquí tenéis el enlace a la charla. Disfrutad de la historia y de todo lo que podáis sacar de ella. Una pena que el trabajo de Scentia y de todos lo que intentan poner en valor la ciencia, piratas de la ciencia incluidos, no obtenga un resultado inmediato. Eso sí, ojalá que todo sirva para sustentar un futuro con más recursos y, sobretodo, que no tengamos que esperar 20 años.

Imagen de Silvia Gándara: http://silviagandara.blogspot.com.es/