Abro la puerta del paellero mientras intento sin éxito buscar otro ejemplo de plato que haya generado un edificio específicamente diseñado para su preparación. Es un espacio pequeño, tranquilo, donde el tiempo se detiene de domingo a domingo. Todo está tal como quedó hace siete días, dispuesto para que empiece el ritual. Los primeros pasos suelen ser solitarios, casi íntimos, si los comparamos con cómo terminará el proceso. Coloco ordenadamente los ingredientes en el banco. La carne, la verdura, el arroz. El aceite, la sal, el pimentón dulce y el azafrán (en realidad colorante alimentario E102, tartracina), están siempre ahí. Enciendo el aro interior del fogón circular y coloco la paella -la sartén- encima. Vierto un poco de aceite y aprovecho para comprobar que esté nivelada. Será importante cuando añada el arroz y el caldo deba estar distribuido uniformemente por toda la paella. La energía liberada en forma de calor en la combustión del gas butano al combinarse con el oxígeno va calentando el aceite (de oliva, claro) hasta un poco antes de su punto de humeo, entre unos 160 y 216 ºC dependiendo del aceite. Es entonces cuando añado la carne. Trozos no muy grandes, pero tampoco muy pequeños (la relación superfície/volumen es importante), de pollo y conejo. El aceite actúa de falso catalizador, o catalizador “entrometido” de la reacción; la acelera, hace de medio transmisor del calor, pero también se involucra formando parte de los productos finales, a diferencia de los catalizadores reales que se recuperan al final de la reacción sin que se hayan consumido. Pongo también un poco de sal. La sal común, cloruro sódico (NaCl), es un potenciador del sabor que actúa a través del estímulo que suponen los iones sodio (Na+) para las papilas gustativas situadas sobretodo en los laterales de la parte delantera de la lengua. Al poco la carne empieza a dorarse, signo de que la reacción de Maillard ya ha comenzado.
Maillard merece párrafo aparte. En esta reacción, descrita en 1912 por Louis-Camille Maillard, los grupos amino (-NH2) de los aminoácidos de las proteínas de la carne reaccionan con los carbonilo (=C=O) de los azúcares que, aunque en mucha menor proporción, también están presentes. El nitrógeno del grupo amino pone su par de electrones no compartido encima de la mesa, y el carbono los acepta. Acaban compartiéndolos y quedan unidos a través de un enlace. Como cada grupo está en una molécula distinta, y en la carne hay muchos tipos de aminoácidos, hay muchas posibles combinaciones de las distintas moléculas, y esto genera muchos productos de reacción diferentes (todavía no se conocen todos) que son los responsables del color dorado de la carne frita, y también de su olor y sabor. Pero no sólo aparecen al cocinar carne. Los productos de la reacción de Maillard son los causantes del color, olor y sabor del pan tostado, de la cerveza, del café y también de las verduras fritas. Estamos pues ante la reacción del sabor. Los pasos iniciales en la preparación de la paella tratan precisamente de ir generando y acumulando esos productos químicos responsables del sabor para luego, a través del caldo, transferirlos al arroz. Pero cuidado, si nos pasamos con la cocción comienzan a aparecer productos de olor y sabor desagradable, incluidos algunos nocivos, así que conviene no despistarse.
Cuando la carne está bien dorada la aparto hacia el exterior de la paella (a menos temperatura porque aún no he encendido el círculo exterior del fogón) para hacer sitio a la verdura, que también sofreiré hasta que quede dorada. Van juntas la judia verde (bajoca, en valenciano), el garrofó y la tavella (con estos dos me pasa al revés, no conozco el término en castellano). Y aquí tengo que hacer un inciso. Otro aspecto importante de la paella, que incluso se ha recogido en sus “diez mandamientos” es que cada cual aprende a hacer la paella de una persona de su familia. Y cada familia tiene una receta que se debe respetar, con ligeras variaciones (ojo, muy ligeras) en función de la región de origen. En mi caso aprendí de mis tíos, el médico y el químico. Éste último justificó genealógica y geográficamente el uso de pimiento rojo en la paella. Así que lo añado junto con el resto de verduras.y un poco más de sal. Maillard vuelve a escena para dar esa pátina dorada que indica el punto adecuado de preparación, así que aparto las verduras en un segundo círculo concéntrico, y libero espacio en el centro para sofreír el tomate. Una vez ha perdido el agua y se ha convertido en una pasta anaranjada (parte del caroteno -el compuesto responsable del color-, se habrá visto afectado en el proceso) vuelvo a hacer un hueco en el centro para, en unas gotas de aceite nuevo, sofreír lo que los químicos llamaríamos una punta de espátula (en el paellero se convierte en una punta de cuchillo) de pimentón dulce (Capsicum annuum), que va cargado de compuestos aromáticos que aportan mucho sabor. En este momento necesito máxima concentración porque, igual que con lo de abrir la nevera descalzo, mi familia me ha inculcado un miedo (no sé si irracional) a que se queme el pimentón. Es por eso que preparo un cazo con agua antes de añadirlo, y en cuanto noto ese olorcillo del pimentón sofrito añado agua hasta cubrir los clavos de las asas de la paella. Regulo el fuego para conseguir una ebullición uniforme y suave, doy un trago a la cerveza (ingrediente colateral) y salgo del paellero porque a estas alturas ya habrán aparecido algunos de los comensales y me estoy perdiendo la tertulia. Es importante que la gente no coma mucho antes de la paella; ojo con los aperitivos, una de las claves del éxito es el hambre de los participantes tras hacerles esperar lo justo.
La ebullición del agua, como todo cambio de estado (de líquido a gas en este caso) nos garantiza una temperatura constante y cercana a 100 ºC (dependerá de la altitud a la que estemos) que facilita la disolución y la extracción de todos los productos químicos que hemos generado durante el sofrito y que le van a dar sabor al arroz. Voy vigilando el nivel, y cuando veo que los clavos han vuelto a emerger corrijo la cantidad de sal (generalmente hay que añadir bastante) añado un poco de colorante (tartracina) y pongo el arroz. La cantidad de arroz la determina la paella; lo mejor es confiar en ella e ir añadiendo arroz a lo largo de un diámetro, formando un caballón que asome ligeramente por encima del caldo (“hasta que haga isla”, que diría P Tinto). La proporción teórica para conseguir el punto de cocción adecuado es 2.5 partes de caldo por cada parte de arroz, aunque esto no sirve de mucho dentro del proceso de preparación, puesto que no nos es posible sacar el caldo para medir su volumen (aunque debo decir que durante una temporada aparecieron un par de sospechosas probetas de 1L en el paellero, coincidiendo con el relevo de mi tío el químico…). Reparto el arroz para que quede bien distribuido y regulo la cantidad de fuego para conseguir de nuevo una ebullición homogénea y suave y controlo el tiempo de cocción del arroz. Si se sobrepasan los 20 minutos el almidón de los granos de arroz se hinchará (hidratará) demasiado, los deformará y, en el extremo formará una matriz continua entre ellos (se empastrará, que decimos por aquí). Si nos quedamos cortos el arroz no habrá absorbido suficiente caldo y se quedará duro.
Tras la desaparición del caldo y el consecuente estrés para ajustarme a esos 20 minutos -abandono de nuevo la animada tertulia de los comensales- subo el fuego un momento para quemar ligeramente los azúcares de los granos de arroz de la base y conseguir así el apreciado “socarrat”. El oído y el olfato ayudan a identificar su formación. Y en este momento se ha terminado la paella. Sólo falta dejarla reposar unos cinco minutos (lo justo para rezar que esté al gusto de los comensales y acabar de despertarles el hambre) y disfrutarla a poder ser con cuchara de madera y directamente de la paella. ¡Buen provecho!
PD. Se anima al lector a mandar las sugerencias que estime oportunas; la plantilla de comentarios comienza por la frase “Pues en mi familia…”
11 comentarios
Fernando dice:
4 dic 2013
1.- ¿gas butano? a leña, de naranjo…
2.- ¿tartracina? un poco de azafrán de verdad, por favor!!!
3.- ¿pimiento? ¿pimiento? ¡¡¡¡¡HEREJES!!!!! ¿qué será lo próximo que añadiréis a la paella? ¿cerdo? ¿chorizo?¿cebolla? ¿guisantes?
4.- ¿aperitivos? noooooo: que lleguen bien hambrientos…
5.- ¿cuchara de madera, así, sin más? noooo: ¡¡¡¡¡cuchara de madera de boj autóctono!!!!!
6.- no comentas nada del tipo de arroz: el bomba, por cierto, està sobrevalorado…
7.- ¿y el agua? ¿no merece ningún comentario?
8.- mi suegra hace mejores paellas que mi madre… pero el arroz al horno de mi madre no hay quien lo supere… eso si, ni mi madre ni mi suegra me ganan en los curris de pollo…
Por lo demás, me ha gustado…
rafa (el quimico) dice:
4 dic 2013
Para todas las cuestiones polémicas me remito al 4º mandamiento.
fernando dice:
5 dic 2013
Ahora en serio:
Azafrán: no es necesario poner tanto como para que el arroz quede con el amarillo al que estamos acostumbrados, pero es una especia que aporta aromas interesantes.
Pimiento: ya lo discuto con tu tío el químico.
Arroz: he leido maravillas del bomba, pero algún experto en paellas ha declarado preferir el senia.
Agua: la eterna cuestión:¿influye o no? Las legumbres tardan más en hacerse en agua dura, pero no he encontrado ninguna referencia al arroz…
Eva Alloza dice:
5 dic 2013
Pablo, y ¿qué pasa con el romero?
Fernando, que sí, que sí, con leña. Ah, y yo quiero probar ese arroz al horno de tu madre. Al llegar a Valencia fue mi primer gran descubrimiento: oh, arroz al horno, oh!!
Pablo dice:
5 dic 2013
La verdad es que da miedo terciar entre dos gigantes de la química y de la cocina, sobretodo cuando aún me considero alumno suyo. Pero bueno, lo intentaremos…
Respecto a los ingredientes; por lo que he leído hay algunos, aparte de los «troncales», que se consideran admisibles en función de la región donde se cocine (o se haya aprendido) la paella. Entre ellos la pelota de carne de ternera (la Ribera), el ajo y el pimiento. Hay otros claramente prohibidos como la cebolla y cualquier derivado del cerdo. Con el asunto del azafrán, dejando a un lado la desventaja económica que supone(aunque no sea necesario poner mucho) pretendía, mencionando el uso de la tartracina descriminalizar los aditivos alimentarios, a los que la corriente quimiofóbica acusa de «químicos», como si el resto de cosas del mundo no lo fueran.
Por último, en referencia al arroz y el agua me ha faltado documentación (o tiempo para encontrarla). Puedo imaginar que la dureza (contenido en calcio y magnesio provenientes de los carbonatos, para aquellos que nos lean desde fuera del laboratorio) afectará a la cocción, pero no tengo datos. De hecho, recopilando información para esta entrada he echado en falta un libro que recoja los procesos químicos (y físicos) básicos que acompañan a las operaciones básicas en la cocina… ¿alguien lo conoce, o alguien se anima a…? 🙂
Y Eva, es cierto, no he dicho nada del romero porque tampoco he encontrado consenso. He leído que hay quien lo añade al final del sofrito. Yo prefiero hacerlo cuando ya se está cociendo el arroz, en los últimos minutos, para que de algo de aroma pero no acapare demasiado protagonismo. Además así se puede quitar la rama sin que queden sueltas las hojas, que son un poco molestas. Por supuesto que es preferible hacerla a leña, pero la logística se complica (generalmente hace falta un «ingeniero del fuego» aparte del cocinero) y creo que la realidad semanal de la mayoría de familias en Valencia se ajusta más a los «círculos de fuego» del butano. Además, ¡no me cabían todas las reacciones de combustión de todos los compuestos de la madera! jeje.
¡Muchas gracias a todos por vuestros comentarios!
fernando dice:
6 dic 2013
Con respecto al azafrán, se puede emplear azafrán y tartracina: el primero por el sabor, en su justa medida, y el segundo por llevar el color del arroz al amarillo al que estemos acostumbrados.
Con respecto al arroz y el agua, yo no he encontrado nada. Por comparación con las legumbres, es posible que la cocción con agua dura de una ventana de tiempo más amplia para que el arroz quede en su punto y no se pase…
Con respecto al arroz al horno, es una asignatura pendiente: pero puedo ofreceros un curry de pollo 🙂
Pablo dice:
7 dic 2013
Salomónico, Fernando. La mejor solución. Por cierto, otro argumento a favor (según la circunstancia, también es cierto) del azafrán… http://www.phytomedicinejournal.com/article/S0944-7113(07)00242-5/abstract
Al final te vamos a tomar la palabra con lo de la invitación, eh!
Núria Fuster dice:
8 dic 2013
Pues en mi familia antes de añadir el agua se sofríe un poco de tomate junto a garrofón y roget 🙂
Pablo dice:
9 dic 2013
Gracias Núria! Es cierto, alguna he probado también con ese otro tipo de judía verde. Lo que no sé es si se puede encontrar todo el año o es sólo de temporada…
turismo rural en valencia dice:
17 feb 2014
Es raro encontrar a gente con conocimientos sobre este mundillo , pero creo que sabes de lo que estás hablando. Gracias compartir un articulo como este.
turismo rural en valencia http://www.casaruralantiga.com/turismo-rural-valencia
Pablo también dice:
10 oct 2015
Lo primero, gran estilo narrativo. A la altura de la paella.
Yo soy bastante apasionado de la paella y tal vez por mi vocación científica, cada vez que la cocino (a leña siempre) me lo tomo como si fuera parte de una investigación.
Le he añadido multitud de cosas ajo, cerdo, pimiento, limón (al caldo), azúcar (si, azúcar), cúrcuma (como colorante), verduras des-hidratadas (de las permitidas),caldos de lo que quieras, arroz de todas las clases… sin llegar a cometer ningún pecado (cebolla, guisantes, berenjena y demás) y he variado multitud de parámetros (fijando el resto claro está), y aunque me falta mucho camino por recorrer, me atrevo a decir que he sacado algunas conclusiones.
-El arroz sénia/bahia es capaz de captar más sabor (esto lo sabe todo el mundo). Respecto a la marca, el de marca blanca es igual de apto que los demás. Lo que varia es el porcentaje de granos rotos de un 85% a un 95% más o menos, el arroz es el mismo.
-El arroz absorbe más sabor y mas diversidad en un ambiente básico. Ojo con el tomate.
-Coincido con los 2.5 litros por Kg de arroz. Aunque yo le pongo un poco menos porque me gusta un poco mas duro.
-Agregar ajo al tomate rallado, machacado si puede ser, es buena idea.
-Obviamente la paella no hay que hurgarla una vez el arroz lleve unos 6-7min hirviendo, o lo empastras irreversiblemente.
-Probar el pimentón picante, 50/50 dulce/picante es buena idea.
-Ponerle avecream es delito. No porque quede mal, en realidad queda mejor porque lleva potenciador del sabor (E-621) y lo realza todo. Si no porque es trampa y el E-621 (ascorbato monosodico) es dañino.
Las conclusiones se han transformado en opiniones, pero bueno… en el amor y en la guerra..que ciento volando.