La escena se repite año tras año en nuestras teles. Tras las palabras del presentador del informativo, una conexión en directo con algún punto de la geografía española nos muestra a un afortunado descorchando una botella de cava (con suerte antes hemos podido ver al reportero indicándole cuándo debe hacerlo) frente a una administración de lotería de las que ha repartido algún premio importante estas navidades. A continuación todo un rosario de intenciones a las que se va a destinar ese dinero caído del cielo. Este año particularmente justas, a consecuencia de los estragos de la crisis. Desahucios que se revierten, hijos que podrán seguir estudiando en la Universidad, etc. Y supongo que también habrá aparecido el famoso “tapagujeros”. Y todos contentos porque parece que esta vez la lotería ha querido favorecer a los más necesitados, echándoles esa mano que necesitaban.
Como, por lo que se entiende popularmente, quien compra lotería está comprando ilusión, vamos a ser ilusos aunque sea sólo por unas líneas. Analicemos qué ocurre durante el “proceso loterístico”, en concreto con la lotería nacional. Es muy sencillo. Mucha gente, un montón de gente, millones de personas, compran números de la lotería, acumulando muchos millones de euros en un bote. De ese bote el Tesoro (no, nada que ver con Gollum) se queda un 30%. El 70% restante se reparte en premios de distinta cantidad, que por supuesto recaen en unas pocas personas de entre todos esos millones que han comprado uno o varios números. Y desde hace poco Hacienda se queda con el 20% del importe de los premios más altos (por encima de los 2500 € si no estoy equivocado). ¿Resultado? un recurso, en este caso el dinero líquido, pasa de estar repartido entre millones de personas a estar en manos de unas pocas. Personalmente veo que este proceso viola los principios de la igualdad social y los de la termodinámica, así, todos juntos. Porque, simplificando, el segundo principio de la termodinámica -también conocido como el de la excusa para cuando tu madre te manda ordenar la habitación- dice que la evolución de un sistema será siempre en el sentido en que aumente la entropía; esto es, el desorden. Y concentrar el dinero de muchos en unos pocos hace que el orden aumente, que las diferencias entre unos y otros aumenten; que, de repente, podamos clasificar a unos como “ricos”, cuando antes no podíamos establecer diferencias. A mi modo de ver estamos violando los principios de la termodinámica social. ¿Qué pasa entonces con esos premiados que podrán mantener sus casas o los estudios de sus hijos?, podría preguntar alguien. ¿Qué pasa con todos aquellos que, estando en su misma situación, han jugado y no han ganado nada? Ahora están peor, y seguro que son muchos más que los beneficiados. Pero por supuesto ellos no ocupan tiempo en los informativos. Bueno, ¿y qué pasa con la parte que se queda el Estado? Pues, hasta donde yo he podido leer, en ningún sitio dice (que alguien me corrija si estoy equivocado) que se destine a ayudas sociales. Estábamos siendo ilusos, si recordáis. Puestos a serlo preferiría que el Estado abriera un fondo para fines sociales en el que cada uno pudiéramos poner el dinero que quisiéramos, de manera que lo recaudado se repartiera eficaz y equitativamente entre aquellos que lo necesitaran. Lo sé, es ser demasiado iluso. Pero aún así me parece más positivo que comprar lotería por la “ilusión” (de enriquecerse) pensando que si sale mal la jugada al menos se está colaborando con algo al Tesoro (calla Gollum!).
Como guinda, acompañando las noticias relacionadas con los premios o las referencias antes del sorteo, solemos encontrar rosarios de perlas de deseducación al respecto de las supersticiones y manías varias del personal. Los números más buscados (el número del año, el del año siguiente), el número del Gordo para el sorteo del Niño, el de la habitación donde se ha hospedado el tertuliano de turno, que si los inferiores a 10.000 no, que si el correlativo al del premio anterior, etc. Todo esto, muchas veces, en la televisión pública.
En 2012, según la memoria de la SELAE el gasto de los españoles en el conjunto de juegos de la lotería nacional fue de 9.252.792.839,00 €. Esto supone un gasto medio por habitante de 196,08 €. Por provincias, Soria es la que más gastó con 458.82 €/persona, y Melilla la que menos con 119.82 €. Me encantaría disponer de herramientas y tiempo para hallar correlaciones entre este gasto y otros parámetros sociológicos o demográficos (PIB, por ejemplo). Seguro que ya hay estudios al respecto. Sólo traigo los números para evidenciar que, aunque sólo fuera con una décima parte del gasto en lotería (ojo, sólo de los juegos de la nacional) dedicada íntegra y eficazmente a ayudas sociales se podría conseguir mucho más que con tantos sorteos. Y sin violar la termodinámica. Pero claro, la ilusión es la ilusión.