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Esta frase nos trae a todos (y más a quienes nacimos en los ochenta) algún tipo de sentimiento. De cualquier tipo. Tierno por la serie, nostálgico por los años que pasaron, de burla por los miles de usos que se le ha dado. Sea como sea, es fácil imaginarse a un grupo de personas unidas contra el malo de la película, ya sea uno gordo con puro, unos viejos barbudos y carcas entorno a una mesa, o cualquier personaje rocambolesco de cómic que les hace, a los pobres reivindicadores, la vida imposible.

Acciones, movilizaciones, o como se les quiera llamar, cuando, por ejemplo, se hace algo en nuestro entorno urbano que no nos gusta, que no nos parece bien, que nos parece raro o turbio, o ante lo que al menos nos sentimos completamente desinformados. Seguro que ahora tenéis algún ejemplo reciente en la cabeza… Pero ¿y si resulta que esas obras o cambios, decididos por ayuntamientos o consejos de gobierno, no están rodeados de polémica? ¿Y cuando nadie se entera? ¿Y cuando no afectan a grandes avenidas, ni a grupos de vecinos rumbosos, ni a barrios de los considerados importantes? ¿Y si son “insignificantes” modificaciones que, como parece que son menores, nadie se molesta en dar explicaciones a su entorno más inmediato?

Entiendo que estéis perdidos, así que ya me explico. Justo en la ventana que queda a mi izquierda en el despacho veo enmarcada una pequeña plaza ante una iglesia. Es una plaza fea, la verdad, tiene pintadas, un solar, bancos cutres, y lo único bonito que tenía eran sus árboles. Sí, los tenía, que ya no los tiene, porque hace unos meses nos encontramos una mañana cualquiera con que los estaban talando, uno tras otro, sin piedad, sin anuncios y sin explicaciones. Vimos como unos chopos altos y magníficos que nos alegraban la vista caían uno tras otro, impotentes, asombrados y sin ninguna baronesa atada a ellos para evitar que dejaran de dar sombra a su lujosa pinacoteca.

Pero trabajar en un Jardín Botánico tiene sus ventajas, así que por lo menos pude preguntar entre mis compañeros para que alguien me diera una explicación. Por desgracia, no encontré consenso. Algunos desconocían el estado de estos árboles y el motivo de la tala, otros me aseguraban que estaban enfermos y que ninguna poda era suficiente ya para mantenerlos allí, y otros enarcaban la ceja ante la explicación de los anteriores. Total que los Populus se fueron y yo me quedé con la duda.

Pero todos los días miro por la ventana y pienso en ellos. En el hueco que han dejado. En la incertidumbre de lo que harán en la plaza ahora, con unas vallas metálicas rodeando no se sabe qué, aunque por mi experiencia, no albergo grandes esperanzas en dicha reforma. Y también pienso por ejemplo en que el fastidioso picudo ya ha acabado con una de las magníficas palmeras de la plaza de Alfonso el Magnánimo, el parterre. Y aunque ya no vivo cerca de allí, estoy segura de que habrá más gente que mire por su ventana y se pregunte, con mi misma cara de mochuelo, qué les ha llevado a acabar con semejante ejemplar. Así que la pregunta es sencilla. ¿Dónde están las explicaciones? ¿Dónde hay un cartel, redactado por divulgadores de la botánica, que le diga a quién pase por allí qué ha pasado con su árbol y por qué?

Sé que los árboles, nuestro entorno verde, no ladra, ni maúlla, ni acaricia, ni nos mira con ojitos tiernos, pero puede hacer exactamente la misma compañía y transmitir la misma sensación de bienestar. Así que digo yo que cuando en una reforma urbana haya seres vivos de por medio, qué menos que contarnos qué pasó con ellos. ¿Por qué nadie se preocupa de divulgar, contar, mostrar, el motivo de este tipo de acciones? ¿No hay técnicos en los ayuntamientos? ¿Por qué entre sus funciones no está esta? Oigan, vean lo que hacemos, pero no lo hacemos porque nos salga de los botones de la solapa, lo hacemos porque tenemos este informe que dice esto, ¿sabe? Que nos lo hemos mirado. Que tenemos estudios.

Sí, es cierto, no dejamos de pedir que nos rindan cuentas. En ciencia, por poner un ejemplo. ¿Qué hay de nuevo, viejo? ¿En que trabajas? ¿En qué se va el dinero de tus investigaciones? Y de ahí a todos los ámbitos, gestión, educación, sanidad, y por supuesto en cualquier detalle que nos afecte. Y aunque estemos hablando de una escala menor, la gente también quiere saber qué pasa por la plaza que atraviesa todos los días, y no estaría de más que cuando se trata de plantas, como en este caso, hubiera un botánico que transmitiera su conocimiento en el tema y sirviera de puente entre el árbol que cae y quien se queda sin su sombra.