Joaquín Salvador Lavado
Tags: Ciencia y sociedad, ciencias sociales, cómic, comunicación, Pensamiento, tebeo
28 oct 2014 Susana 5 Comments
Es un nombre propio. Como el de Aristóteles, Hipatia de Alejandría, Marie Curie, Isaac Newton, Rosalind Franklin, Manuel Castells o Avelino Corma. Y como Saskia Sassen, Howard Gardner, Mary Robinson o Joseph Pérez. Son nombres relacionados con varias ciencias: filosofía, matemáticas, física, sociología, biología, química… Y los de la segunda lista son premios Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales. Y Joaquín Salvador Lavado, Quino, es el reciente premio Príncipe de Asturias 2014 de Comunicación y Humanidades. Me alegré mucho cuando me enteré; más que merecido por lo que ha logrado transmitir y comunicar, a través del universo de Mafalda y en su obra posterior. Pero para mí Quino, también podría estar en la lista de los premiados en Ciencias Sociales perfectamente -aunque más de un purista se lleve las manos a la cabeza-.
Mafalda -y toda su obra en general-, no es solamente una tira cómica para hacernos pasar un buen rato. Son libros de historia, píldoras de filosofía, tratados sobre el comportamiento humano y las relaciones sociales. En la obra de Quino nos conocemos y reconocemos. El personaje central es Mafalda, pero no se queda ahí. Son los padres, es Guille el hermano, y por supuesto toda la pandilla de amigos: Felipe, Susanita, el bestia de Manolito, Miguelito y finalmente la pequeña Libertad. Todos con su personalidad propia, para poder mirar al mundo y mirarnos a nosotros desde todos los ángulos, abarcar el mayor número de perspectivas posibles. Todo contextualizado en el tiempo, sin perder de vista de dónde venimos y hacia dónde podemos ir. Presentando una realidad, exponiendo problemas y proponiendo posibles soluciones. Es un lugar para la reflexión y el pensamiento desde el humor y por encima de todo, desde la ternura. Algo muy necesario entre tanta máquina y autómata, entre tanto fin que se intenta conseguir, sin importar los medios. Es recordar no perder la mirada del niño. Valores. Humanismo.
Normalmente cuando queremos documentarnos nos vamos a las enciclopedias, a las revistas científicas, a las publicaciones en los congresos. Buscamos los libros de algún divulgador de renombre, un especialista. Incluso cuando no queremos entrar en profundidad y llenarnos de ecuaciones. Buscando un lenguaje llano, terminamos en la novela o el ensayo -si aguantamos la prosa de algunos divulgadores-. Puede que hasta nos vayamos al libro ilustrado, aunque sea para niños. El cómic o tebeo, es cosa de risa, sí; pero puede tratar temas muy serios. Puede ser pensamiento, crítica, divulgación. Lo bueno del cómic es que llega de forma muy directa al público infantil, y pueden ir comprendiendo de forma más amena, cosas como lo que implica un régimen autoritario y tirano, leyendo El Sulfato Atómico de F. Ibáñez, por poner un ejemplo.
En las aulas -ya sea de una facultad, colegio o instituto- de psicología, historia, sociología o filosofía, seguirán sonando los nombres de siempre, las obras de siempre. Y eso está bien. Dirán a los alumnos que lean los periódicos para saber qué fue noticia. Pero no estaría de más que recomendaran también leer a Quino, a Ibáñez, a Jan, a Schulz o a Bill Watterson. Además de pasar un buen rato, más de uno se llevaría una sopresa, si es capaz de leer entre líneas. Tanto empeño a día de hoy por usar y llevar las nuevas tecnologías a las aulas, y al cómic ni caso. Pero si está todo inventado 🙂 La obra de Quino por supuesto también muestra cómo ha cambiado la sociedad: yo no veo en la ciudad -aunque en los pueblos sí, pero cada vez menos-, a niños yendo a hacer recados, como comprar el pan.
¿Qué pasaría si en una clase de Historia en primero de la ESO, para introducir el régimen nazi o la Segunda Guerra Mundial, se dijera algo así?: «¿Alguien ha leído el mortadelo El Sulfato Atómico?» Pues algo que libros muy serios sobre neurociencia y educación se hartan de decir: seguro que muchos alumnos fijarían la atención de forma más efectiva sobre lo que se quiere transmitir a continuación. Y vosotros, seguro que en muchas tiras de Quino habéis reconocido la situación política del momento, la de ayer y la de hoy, porque hay cosas que siguen vigentes, muy propias de la naturaleza humana. ¿Qué ocurriría si en una clase de Educación para la Ciudadanía, a la hora de hablar sobre la democracia, se pusiera esta tira cómica y lo primero que escuchen los alumnos sea algo como esto?: «¿Por qué creéis que Mafalda se mea de la risa durante todo el día?»
Quien quiera saber qué pasa, y pueda hacerlo, que luego nos cuente la experiencia. Doy por hecho que cualquiera que lea esto, alguna vez en su vida ha leído una viñeta de Mafalda, entre otras cosas porque van aquí insertadas un par ya. Pero Quino siguió dibujando después, y siguió dando su particular visión del ser humano y de la sociedad. No os perdáis libros como Qué mala es la gente, entre otros. Y bueno, ¿creéis al igual que yo, que hubiera sido también un digno premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales? Que se lo den al año que viene 😉
5 comentarios
mercedes dice:
28 oct 2014
Pues si, gracias a Quino puedo seguir con mi «mirada de niña» viendo cual Mafalda las cosas de cada dia.
Y coincido contigo en que una imagen vale mil palabras, como diria el refrán, y que siendo la imagen adecuada fija con mayor fuerza el concepto expresado. Como muestra sin ser cómic, una obra gráfica:los carteles de Josep Renau.
Y si, voto por el premio para el año que viene, pero el de ciencias sociales, Quino ha demostrado ser un conocedor intenso de la sociedad que le envuelve.
Susana dice:
4 nov 2014
Un día de estos ya me darás a conocer la obra de Josep Renau, quizá el mismo día que pueda acercarme a ver con detenimiento tu biblioteca de cómic 😉 Mis horas leyendo cómics o tebeos superan con creces a las que invierto leyendo prosa.
Dr. Litos (@DrLitos) dice:
29 oct 2014
Fantástico – y merecidísimo – homenaje a este Maestro con mayúscula. Coincido plenamente en la apreciación, las tiras de Mafalda constituyen un equilibrio perfecto entre contenido, forma y dobles lecturas, siendo todas ellas (tanto las más superficiales como las más profundas) igual de efectivas. Para los que amamos el cómic, además, garantiza ese doble placer de reír con las tiras siendo niño, sin atisbar ni la mitad de su fuerza, y de mayores poder ver más allá y leerlas de nuevo como si fuesen cosa distinta.
Estoy convencido del poder del cómic para transmitir conocimientos, para enganchar, para hablar de una cosa insertando sutilmente conceptos más profundos (Watterson es el otro genio en este difícil arte de hablar a niños y a adultos sin que se note), y afortunadamente, cada vez se le reconoce más. Cabe destacar al paisano Paco Roca, que en su última obra emociona, entretiene y deleita con su trazo al tiempo que narra episodios históricos con rigor indiscutible.
Es triste que haga falta dar premios para llamar la atención de la gente sobre estas cosas, pero oye, bienvenidos sean cuando se dan casos tan justos como el presente.
Susana dice:
4 nov 2014
Dr. Litos, estoy segura de que somos muchísimos los que creemos esto. Para mí también es como un lenguaje, con sus propios registros. Y por lo que veo coincidimos también en B. Watterson: adoro a Calvin y Hobbes 🙂 Yo descubrí a Mafalda con 8 años, en libro 8; fue un regalo de cumpleaños. Quedé fascinada porque era diferente a todo lo que había leído por aquel entonces en cómic: Ibáñez (mortadelos, Pepe Gotera y Otilio, etc), J. Escobar (aunque Zipi y Zape no me van demasiado), Raf, tebeos de Los Pitufos o El perro de Flandes. También algunos autores franceses y belgas: tengo un libro de las aventuras de Sibilina y la remolacha, que creo a día de hoy es una reliquia. Con Sir Tim O’Theo también pasaba estupendos ratos. Lo que me gustaría poder seguir leyéndolos. Estos también se han convertido en reliquia.
Pero ese libro de Mafalda me di cuenta enseguida que tenía algo que no tenían los otros. Algo que por aquel entonces, aunque intuía, todavía se me escapaba. Y así releyendo con el paso del tiempo, todo se fue haciendo más claro, y era todo un descubrimiento cada re-lectura, y por supuesto crecían las ganas de seguir leyendo los demás libros. Esa mirada que me dio Mafalda y también Ibáñez -no olvidemos la gran crítica que hay también en los mortadelos-, me sirvió después para ir descubriendo a otros autores y ser capaz de ver esas sutilezas que solamente se pueden transmitir de esta manera, a través del cómic.
juan rivera dice:
6 oct 2016
no me gusto