La homeopatía es uno de esos temas que salta a las portadas cada dos por tres por uno u otro motivo. Un buen momento para que aquellos que la ponen en duda escriban o emitan moderadas opiniones, que quienes directamente la califican de pseudociencia se lancen a seguir con su cruzada divulgadora y que, finalmente, los que la viven y la defienden a capa y espada, partan raudos a la batalla de descalificar y atacar a los anteriores. Es una tradición. Y yo creo que no hay nada mejor que las tradiciones: en Navidad hemos montado árbol, en Fallas comeremos churros, en los cumpleaños soplaremos velas, y en San Valentín nos rebelaremos contra los corazones rojos y diremos que se lo ha inventado El Corte Inglés, esto es así. Así que, tras una noticia sobre homeopatía, no me resisto a escribir algo sobre ella.
El año pasado, por ejemplo, nos encontramos en nuestros periódicos, televisiones, móviles… que Sanidad iba a dar cobertura legal a los productos homeopáticos y ahora vuelve la polémica tras el desencuentro de los espectadores con su supuesto “defensor” en RTVE, al quejarse sobre la aparición repetida de los remedios homeopáticos en su programa matinal que ven millones de personas. Yo me enteré en twitter. Los televidentes que habían dado la alarma totalmente desencantados, el personal de RTVE sin dar una explicación lógica ni mostrar ningún tipo de sensibilidad en sus respuestas (ni por supuesto hacer asomo de la intención de rectificación), y todo apenas un tiempo después de la apuesta de la cadena por Órbita Laika, un programa de divulgación científica envuelto en humor basado en invitados conocidos y un guión ingenioso para crear un producto cercano y ameno. No hay duda de que la línea científica a seguir por RTVE no estaría, a día de hoy, definida del todo.
En cuanto a la homeopatía, a mí me pasa una cosa, y es que fuera del ámbito científico sólo me encuentro con dos tipos de personas. Los que la han adoptado como forma de vida para ellos, y también para sus hijos, y los que dicen -bueno, no sé mucho de qué va, pero una vez lo tomé y me fue bien / conozco a alguien que la usa y está contento / nosequién no encontraba nada que le funcionara y al final eso fue la solución… etc, ya os hacéis una idea. Por tanto, sí, es cierto, el argumento de RTVE de “la homeopatía está en la calle” es totalmente verdad, otra cosa es que eso justifique que se venda en televisión (donde se supone que cuentan con periodistas asesorados por científicos y médicos) como un producto igual de válido que otro.
Y no seamos ilusos, la homeopatía se “vende” muy bien. A la gente le suena a ecológico, a natural. Parece justo lo contrario a industria farmacéutica (si es que eso os suena mal), a medicamento dañino, a dependencia. Está en las estanterías de tiendas que nos prometen una vida mejor, más sana, de más calidad. Y cuando una imagen así se extiende como la pólvora es muy difícil ir contra ella, ya lo asegura el dicho valenciano que siempre usaba mi abuela, “cria fama i gita’t a dormir” (hazte una fama y acuéstate a dormir).
No sé cómo se cambia eso. No sé si se puede cambiar. Es evidente que la divulgación científica es necesaria. En blogs como Scentia y Naukas encontraréis muchas entradas dedicadas al tema, pero son solo un pequeño ejemplo. Muchos investigadores, médicos, comunicadores, publican y publican todos los contras de estos productos. Contras que pasan no solo por la falta de aval en su eficacia, sino también por riesgos específicos que se adquieren al consumirlos, o incluso por determinadas corrientes de pensamiento o estilo de vida que acaban yendo en el mismo pack y que también son, por lo menos, cuestionables. Sin embargo estos foros no son suficientes si, como ha pasado ahora, la homeopatía vuelve a tratarse como una opción plenamente válida en un programa de televisión de gran audiencia.
Aun a riesgo de parecer un disco rallado con el pensamiento crítico y la educación, creo de verdad que sólo teniendo una sociedad con una capacidad de decisión basada en la información consciente y la mirada analítica, seremos capaces de enfrentarnos a elementos como pueden ser la homeopatía o las peligrosas modas antivacunas, por poner otro ejemplo, de las que nos hablaba Fernando hace unos días. No se trata de que la ciencia sean los buenos y los otros los malos. No se trata de querer adoctrinar en uno u otro sentido. Se trata casi siempre, y es así de simple, de sentido común, y ya sabéis que dicen que es el menos común de los sentidos.
¿Sabemos a quién damos crédito en una opinión sobre salud? ¿Nos dejamos llevar por tópicos o paranoias colectivas? ¿En qué medios nos informamos sobre ciencia o investigación? ¿Quiénes tienen más que ganar en determinadas polémicas? ¿Cuál es la afirmación o el dato que debe hacernos desconfiar de un planteamiento? ¿En manos de quién dejamos nuestras decisiones en materia médica? No digo que me obsesionen estas cuestiones pero es cierto que me las planteo continuamente. ¿Alguien más lo hace? Porque no creo que haya otro camino para recolectar toda la información que nos llega sobre homeopatía y llegar a nuestra propia conclusión como miembros de una sociedad que es, se supone, madura y responsable.
¿Pero sólo nosotros, como ciudadanos, padres, madres, hermanos, vecinos, maestros, debemos plantearnos tener una opinión contrastada y crítica? Imagino que también será cuestión de que aquellos que generan y lanzan ideas, aquellos que tienen en sus manos el contenido de programas, periódicos, artículos, post, libros, anuncios, se sientan responsables de ellas. ¿O es que debemos convertirnos en una sociedad formada y exigente obligada a luchar permanentemente a su alrededor contra, por ejemplo, contenidos pseudocientíficos? ¿No podríamos lograr que quedaran reducidos a ámbitos muy concretos a los que sólo se accede de forma activa?
Desde que he sido madre he oído mil y una afirmaciones por todos conocidas y variadas como que la leche da más mocos en los niños o que la fiebre hace crecer, afirmaciones que los pediatras y los libros se han encargado en unos casos de desmentir y en otros de matizar. Me siento muchas veces en un mar de dudas, creyéndome a pies juntillas algo que estaba equivocado, o criticando otra cosa que luego veo que funciona. Pero no todo tiene la misma escala de valor o importancia. Hay ciertas dudas que no nos podemos permitir y por eso todos deberíamos tener la necesidad de obtener respuestas y conocer el lugar donde obtenerlas. Sin embargo, ¿no supone este proceso una búsqueda activa que en muchos casos significa tiempo? ¿Y no acabamos muchas veces formando opiniones en espacios que nos “ofrecen” ideas sin tener que hacer ningún esfuerzo, como el niño que abre la boca para que le den de comer mientras juega a otra cosa? Por eso es tan importante cuidar y poner en valor estos canales que casi siempre acaban dejando huella en nuestra forma de ver y entender las cosas. ¿Nos vamos a creer todo lo que nos digan solo porque sale en televisión o está impreso en papel de periódico? ¿En base a eso tomaremos decisiones que afecten a nuestra salud y la de nuestra familia?
Yo no sé vosotros, pero como madre me llegan gran cantidad de afirmaciones, sentencias, consejos… así que por si acaso voy a seguir con el piloto escéptico encendido, que hasta ahora no me ha ido mal. Eso sí, si lo dicen en la tele no, pero si lo dice vuestra abuela, hacedle caso.
Ilustración de Tadahiro Uesugi