7:00 de la mañana. Salida desde Cenicero de la Eroica Hispania. La aventura comenzaba.

7:00 de la mañana. Salida desde Cenicero de la Eroica Hispania. La aventura comenzaba.



Hace tres años, en Barcelona, recibí un mensaje de un familiar explicándome que había encontrado una noticia sobre una carrera de bicicletas antiguas en la Toscana, la Eroica. Después de documentarme sobre el tema, decidí incluir la noticia como motivo tangencial en un post de Piratas. Me pareció que esta marcha cilcloturista que navega contra el tiempo servía como contexto perfecto para tratar varios temas de importancia en ciencia y tecnología. Me preguntaba cómo era posible que en ciencia estuviésemos tan preocupados por producir, producir, producir… pero, sin embargo, no nos detuviésemos para preguntarnos ¿para qué? Qué antes de ponernos a generar tecnología, no estudiásemos primero cual es la mejor forma de producir, la que mejor se adecúa a nuestros contextos y culturas. Porque, lo que quedaba claro es que si no te adaptas al ritmo frenético de producir, te quedas atrás. Pero, ¿atrás de qué?

La carrera no competitiva del otoño toscano también me sirvió para hablar de identidades nacionales, de ser europeo, de los problemas globales que existen hoy en día, donde votamos en un país, pero las economías se deciden de forma transfronteriza. La Eroica es un foro internacional donde la bicicleta de antes del año 87 es la actriz destacada, pero siempre acompañada por un elenco de actores secundarios. Por eso mismo me pareció que este tipo de actividad, como sucede con las becas Erasmus, ayudan enormemente a generar respuestas culturales globales a problemas que no se pueden analizar desde la óptica de una sola nación. En estos días vivimos un problema enorme que debe plantearse en estos términos. ¿Vamos a dejar que Grecia salga de la unión europea?, ¿qué significará entonces esa unión europea? No hay un único criterio para definir la identidad de los europeos, y, desde luego, el económico no creo que sea el más importante. La Eroica es una carrera transnacional, donde acude gente de todas partes del mundo, para degustar un estilo de vida europeo. Más concretamente del sur de europa, esa latitud que ha sido tan atacada en estos últimos años. Pero, no lo olvidemos, también es una actividad económica, donde se revitalizan y promocionan tanto las identidades particulares como las economías locales.

Pero todo esto son palabras, y yo soy científico. Científico experimental. Así pues, con la decisión de pasar unos buenos momentos, y vivir en propia piel esa experiencia Eroica con una bicicleta antigua, me inscribí en dos de sus carreras: la edición 2014 de la Eroica Histórica en Gaiole in Chianti (Toscana, Italia), y la primera edición (2015) de la Eroica Hispania en Cenicero (La Rioja, España). Es pues este post un relato de mi experiencia.

Lo primero que necesité fue una de esas bicicletas antiguas de antes del año 87, requisito obligado para participar en esta carrera. Cabe mencionar que estas bicicletas, más que vintage, son antiguas. Los requisitos son: cables de freno por fuera del manillar, palancas de cambio en el cuadro y nada de pedales automáticos, a lo sumo rastrales con correas. En mi caso no tuve duda. La bici de mi padre, una Cyril Guimard del año 80, andaba en el desván del chalet familiar cubierta de polvo, óxido y dejando navegar arañas y demás insectos domésticos. Los primeros meses de este proyecto (imagen 1) los pasé desmontando la bici, limpiándola y buscando cada uno de los elementos que me hacían falta para restaurarla. Cabe destacar que este tipo de marcha, aunque no son competitivas ni hay podios ni clasificación, son marchas de dureza considerable. La prueba consiste en recorrer alrededor de 200 Km (en los trayectos más largos) con desniveles acumulados de más de 3000 m. Pero la dureza no acaba ahí. Los recorridos transitan tanto por tramos de carretera asfaltada, como por tramos de tierra y piedras, al estilo de los primeros Tours de Francia. El objetivo es experimentar esa sensación de las primeras carreras ciclistas, donde, muchos de los corredores, al llegar a la meta, tiraban sus monturas al suelo con violencia, increpando -“Asesinos!!”- a los propios organizadores. En este caso a la dureza se le adula con belleza histórica.


Imagen 1. Despiece, limpieza y montaje de los componentes de mi Cyril Guimard del 80. Como se ve en las imágenes, las piezas estaban fabricadas en Europa.

Imagen 1. Despiece, limpieza y montaje de los componentes de mi Cyril Guimard del 80. Como se ve en las imágenes, las piezas estaban fabricadas en Europa.



Durante el proceso me encontré con un grupo completo Huret, unos puentes de freno Weinmann, o unas palancas de freno Atom. Pero lo más interesante fue comprobar que todo ese material se diseñaba, fabricaba y montaba en Europa (ver fotos en imagen 1). Aún no habían aparecido esos otros letreros que hoy en día inundan todos los productos: made in China/Korea/… derivados de la deslocalización producida por la globalización y los requerimientos económicos del mercado.

Poco a poco tuve mi bicicleta lista (imagen 2 y 3). El resultado final no fue demasiado satisfactorio. El color del cuadro acabó siendo demasiado pastel. Si hubiese elegido verde en lugar del originario azul, ese tono pastel al menos se podría haber parecido a esas elegantes Bianchi. Hay que decir que no conviene confundir bicicleta antigua con mal funcionamiento. Me sorprendió gratamente como cada uno de los componentes, después de ser limpiados, ajustados y engrasados, funcionaban a la perfección. Sin embargo, hay ciertas desventajas importantes. No podía entender cómo iba a poder subir los puertos y las rampas empinadas con solo 5 piñones. El casete de fábrica montaba un 11-13-15-17-21 junto a un 42-52 de plato. Me pareció un desarrollo de auténtico profesional. Decidí aligerar la dureza montando un casete Regina de la época con  coronas del 14-17-20-24-28. La ciencia de la bicicleta es enorme, y mucho más hoy en día. No voy a detenerme en usar la bici para explicar conceptos de ciencias y física. Solo mencionaré esa frase de Arquímedes en relación a la palanca: dadme un punto de apoyo, y moveré el mundo. Para aquellos que quieran bucear en la historia y la ciencia de la bici, recomiendo la lectura del estupendo libro de David Gordon Wilson, Bicycling Science (MIT Press).


Imagen 2. Cuadro pintado y bicicleta totalmente ensamblada. Aún no había pisado tierra.

Imagen 2. Cuadro pintado y bicicleta totalmente ensamblada. Aún no había pisado tierra.

Imagen 3. Bicicleta lista para correr la Eroica Hispania, en las cercanías de Haro. Esta vez cambié las cubiertas, sustituí las capatas, y añadí rastrales sin correas.

Imagen 3. Bicicleta lista para correr la Eroica Hispania, en las cercanías de Haro. Esta vez cambié las cubiertas, sustituí las zapatas, y añadí rastrales sin correas.


Paralelamente al montaje de la bicicleta, había que inscribirse en las distintas carreras. ¿acudiría solo o preguntaría a mis amigos y compañeros para que se unieran? Opté por la segunda opción, y la respuesta que tuve fué en un primer momento sorprendente. Ningún compañero con los que habitualmente comparto bicicleta mostraron interés. Muchas personas respondieron con ese habitual “me apunto, pero a última hora no contesto”. Finalmente solo dos amigas, en principio ajenas al deporte en bicicleta, me respondieron con un sí entusiasta, decidido y realmente interesado. La llamada no respondía a una simple actividad deportiva, compatible con una cierta rutina localizada. Consistía en una llamada de auténtica aventura. Las dos amigas que se apuntaron, María Caballer y Carol Otero (imagen 4), son dos de las personas con las que he compartido viajes de verano con alguna dosis de aventura, como el tránsito por Turquía con un coche de alquiler. La aventura es una experiencia no convencional. Por eso mismo, los actores de la aventura son inesperados. En este caso, más que dos amantes de la bicicleta, María y Carol fueron dos amantes de las experiencias y la experimentación. Desde mi punto de vista, ese el auténtico espíritu científico: el del explorador.

Esta referencia a la aventura como componente de la investigación científica no es una forzada comparación para destacar ciertos elementos épicos, ni simplemente añadir un tinte romántico y dramático a una excursión cultural. Es una referencia explícita y directa de una forma de hacer ciencia. Volviendo a ese cuestionamiento del  “producir, producir y producir, pero ¿para qué?”, en el último número de la revista Leonardo (Vol 48, 2015), Andrew Pelling, Investigador de los departamentos de física y biología de la Universidad de Ottawa (Canadá), en un artículo donde describe las interacciones interdisciplinares que promueve en su laboratorio, junto a los productos y aplicaciones que se derivan de estas y de las sinergias DIY (Do It Yourself), comenta:

“Indeed, enormous emphasis is being placed on the importance of “interdisciplinary” in scientific inquiry. However, this notion is generally accepted to be limited to the interactions between specialized scientific disciplines alone. Interdisiciplinarity is also often praised as an approach to solve specific problems more effectively. However, this utilitarian valuation has little room for curiosity-driven research. (…) Collaborations with diverse scientific disciplines, artists and social scientists have facilitated the movement of an international contingent of people within and through our lab. This has fostered a culture in which open questions and experiments are developed, often falling outside the accepted norms of scientific practice. Equally important, broader discussions are also occurring in the lab about the environmental, ethical, societal and scientific implications of particular experiments or directions of inquiry”


Imagen 4. Carol Otero y María Caballer, las aventureras que me acompañaron a la Eroica en Gaiole. Tomábamos unos vinos en Cinque Terre mientras escuchábamos la delirante locura de John y su violín.

Imagen 4. Carol Otero y María Caballer, las aventureras que me acompañaron a la Eroica en Gaiole. Tomábamos unos vinos en Cinque Terre mientras escuchábamos la delirante locura de John y su violín.



Con todo dispuesto, la aventura podía empezar. En concreto me inscribí a la carrera de 135 km de la Eroica Histórica (Gaiole in Chianti) (finalmente resultaron ser 145 km), y, algo más tarde a la cerrera de 198 km de la Eroica Hispania en Cenicero. María y Carol se apuntaron a la carrera de 44 km de Gaiole. Para la carrera de Italia decidimos alquilar una auto-caravana. Llegamos a la Toscana después de recorrer los paisajes de Cap de Creus, la Camarga, la Provenza, la Costa Azul o el parque de Cinque Terre. Por supuesto, un viaje sin desperdicio (imagen 6). En el viaje a la Rioja, Pilar y yo aprovechamos para visitar las bodegas y los hoteles de Haro, El Ciego, … En la rioja los paisajes de los viñedos se mezclan con la arquitectura más actual y cotizada (imagen 5).


Imagen 5. En La Rioja, aparte de deporte, vino y gastronomía, Pilar y yo nos dimos el placer de recorrer las interesantes propuestas arquitectónicas de la zona.

Imagen 5. En La Rioja, aparte de deporte, vino y gastronomía, Pilar y yo nos dimos el placer de recorrer las interesantes propuestas arquitectónicas de la zona.

Imagen 6. El viaje hasta Gaiole fue una aventura integral. Íbamos preparados para cualquier sorpresa, con todo tipo de material. Recorrimos tres países en autocaravana, parándonos en los lugares que nos parecían más interesantes para comer en formato picnic. Toda una experiencia Europea.

Imagen 6. El viaje hasta Gaiole fue una aventura integral. Íbamos preparados para cualquier sorpresa, con todo tipo de material. Recorrimos tres países en autocaravana, parándonos en los lugares que nos parecían más interesantes para comer en formato picnic. Toda una experiencia Europea.



Llegaron los días de las carreras. En Italia, la salida se podía tomar entre las 5:00 y las 7:00 de la mañana. Yo fui madrugador, y  a las 5:30 ya estaba encima de la bicicleta subiendo las primeras rampas, iluminando la carretera con una buena linterna de LEDs (imagen 7). La ruta transcurrió sin demasiados problemas. Hay que señalar que los frenos, con la goma pasada por el tiempo, detenían la bici con un retardo considerable, por lo que había que prever cada uno de los contratiempos posibles. En la carrera de Cenicero decidí rebajar el grado de purismo y sustituí las zapatas antiguas, ya pasadas, por nuevas zapatas de bicicleta de montaña. Una de los alicientes de estas carreras son las paradas de avituallamiento. Sin embargo, si en Italia fueron abundantes, variadas y energéticas, en España fueron ligeras, escasas y homogéneas. En Italia, después de 9 horas de ciclismo épico por entre pedregales, repechos, dos pinchazos y un buen número de descansos reparadores, llegué, aunque cansado, bastante entero. Sin embargo, la carrera de Cenicero fue una historia completamente diferente. En la Rioja fuimos solo unos 60 valientes/desaprensivos (de un total de 600 participantes) los que nos atrevimos con la distancia más larga. Nada más salir de Cenicero, sabiendo que los 200 km iban a ser duros, decidí rebajar el ritmo habitual de mis marchas ciclistas para mantener un buen capazo de fuerzas, que necesitaría más adelante. En los primeros km me encontré solo, entre el grupo de cabeza y los que se habían quedado más atrás. Fui encontrándome con gente detenida por los primeros pinchazos. La carretera distó mucho de ser una de esas Strade Bianche de Italia. Más bien eran pistas agrestes de pedregales y agujeros. Los primeros 40 km fueron determinantes, me perdí 3 veces, añadiendo confusión y desgaste psicológico a la carrera. Sin embargo, el descenso hasta Haro, aunque técnico por la cantidad de piedras de los caminos, lo realicé a buen ritmo, incluso metiendo plato en los tramos de asfalto. Los primeros 100 km estaban cumplidos. Quedaban 98. A esas horas el sol empezó a caer fuertemente, y mis despistes volvieron a aparecer, perdiéndome un par de veces más, con el enfado de saber que las energías, que empezaban a escasear, las gastaba en ir y volver hasta encontrar el trazado correcto. Empecé a adelantar a corredores, de los que ya no volví a saber nada durante toda la carrera. Pasé a un grupo de italianos, que finalmente tuve la noticia de que llegaron no mucho después de mí. También a un francés, que la última vez que le vi estaba en la cuneta comiendo un plátano, y unos ingleses, con los que compartí recorrido unos pocos kms, hasta que decidieron quedarse a descansar a la sombra de las viñas. Sin un avituallamiento consistente, las pájaras empezaron a aparecer, y el reto fue manejar bien las fuerzas para poder llegar al siguiente avituallamiento, muy poco a poco. Afortunadamente la bicicleta respondió maravillosamente, sin sufrir ningún pinchazo ni problemas mecánicos. En un momento de desfallecimiento, ahí por el kilómetro 160, en el tramo más duro de la jornada, repleto de subidas con pendientes que superarían con total seguridad el 20%, estuve muy cerca de tirar la toalla. Se hacía tarde y no conseguía sacar adelante la última pájara. Pero al preguntar a unos vecinos por el pueblo donde habían alojado el último avituallamiento, me dijeron que solo quedaban 3 km. Decidí llegar hasta allí, aunque tuviese que ir andando. Y así fue, llegué. Después de unas piezas de fruta, la carrera se volvió más amable, con tramos de descenso por tierra, puramente un trazado BTT, seguidos de un ligero descenso en asfalto hasta llegar a Logroño, donde volvía a engranar plato grande y sentir la velocidad. Sin embargo, ya en la salida de Logroño, el sol poniéndose volvió a desorientarme. Confundí el camino por una carretera nacional. Una vez recuperado el camino correcto, la carretera volvía a subir. Pedaleaba con las energías al mínimo, ya sin ganas ni de comer ni de beber. Pero la meta se olía, y las piernas dieron un último esfuerzo. Los últimos kilómetros, en las cercanías de Cenicero los corrí otra vez con el plato grande puesto, prácticamente de noche, algo preocupado por la poca luz que había, pero emocionado hasta el máximo de saber que el reto estaba conseguido. Iba a llegar a meta, después de 15 horas de marcha épica. La llegada cruzando la pancarta es una de esas estampas que no hace falta fotografiar, porque permanecerá incrustada en mi retina el resto de mi vida (imagen 8).


Imagen 7. 5:30 de la mañana. Primera subida hacia el Castillo de Brolio en la Eroica Italiana. El recuerdo del equipo Orbea me impulsó durante toda la jornada.

Imagen 7. 5:30 de la mañana. Primera subida hacia el Castillo de Brolio en la Eroica Italiana. El recuerdo del equipo Orbea me impulsó durante toda la jornada.



Si he querido relatar con detalle la jornada de la Eroica Hispania, es para dar valor al esfuerzo y a la perseverancia. No hubiese sido lo mismo si simplemente hubiese dicho que fue una jornada dura y emocionante. Y lo digo porque este tipo de experiencia también lo vivimos en jornadas de trabajo en el laboratorio, durante fines de semana, madrugadas interminables o, directamente, días sin dormir. La belleza del esfuerzo, por supuesto, también es coto científico.



Imagen 8. 22:00 horas de la noche. Llegada a Cenicero después de algo más de 200 km (no se cuanta distancia recorrería finalmente, ya que me perdí más de seis veces) y 15 horas de ruta. Exhausto, pero extremadamente feliz de haber calibrado correctamente todos los esfuerzos para poder completar con éxito esta experiencia deportivo-cultural. Gracias a la organización experimenté las sensaciones de correr como se hacía allá los años 20 por esas pistas de polvo, tierra y piedras. Volveré.

Imagen 8. 22:00 horas de la noche. Llegada a Cenicero después de algo más de 200 km (no se cuanta distancia recorrería finalmente, ya que me perdí más de seis veces) y 15 horas de ruta. Exhausto, pero extremadamente feliz de haber calibrado correctamente todos los esfuerzos para poder completar con éxito esta experiencia deportivo-cultural. Gracias a la organización experimenté las sensaciones de correr como se hacía allá los años 20 por esas pistas de polvo, tierra y piedras. Volveré.



Y entonces, ¿cuál es mi impresión general? ¿Es verdad que nos quedaremos detrás si no seguimos férreamente el avance de las tecnologías? Por supuesto, no hace falta responder a esta pregunta. ¿Existen otras formas de entender la producción? Este mismo post lo estoy escribiendo durante mi residencia en el programa Scientific Delirium Madness, alojado por la fundación Djerassi en colaboración con la sociedad Leonardo ISAST. Un programa diseñado para establecer relaciones entre científicos y artistas. Las sinergias y las colaboraciones que estamos descubriendo durante estos días, como esas experiencias de viaje, deporte, vino, gastronomía, arquitectura y cultura de las Eroicas, son aplastantemente más completas y ricas que cualquier otra en donde la investigación queda compartimentada por lo inmediatamente útil. Afortunadamente el futuro es un estado de la mente influenciable por todos, y ya somos muchos los que pensamos que mirar al futuro desde una única perspectiva es un error demasiado grande. Como pensar que todo lo pasado, pasado está.