Primer escalón:
De vez en cuando, al entrar en un baño público, me sorprendo preguntándome algo así – ¿Cómo carajo puede ser que un tío se hiciese famoso por interpretar un urinario como una escultura?- Claro, son pensamientos en meada, para decirlo gráficamente. A Marcel Duchamp se le odia o se le ama. Soy más de los primeros. La clave debe estar en el cambio de paradigma que supuso esa “agresión” en el mundo del arte. Los que somos legos en el campo, sinceramente, o nos sentimos estafados o entendemos que no entendemos nada. Que se nos escapan cosas. Que no estamos formados. Aun así, leyendo en Wikipedia puedo hacerme una fantasmagórica idea de sus intenciones. Parece ser que los objetos en sí mismos esconden otras visiones, aparte de la visión retiniana. El mismo proceso de escoger un objeto, elegirlo y resituarlo, puede influir ya directamente sobre esa otra visión. En cualquier caso, esa palabra que tanto me gusta parece que siempre sobrevuela alrededor de la experiencia artística. Interpretación.
Segundo escalón:
Pero, ¿sobrevuela solo alrededor de la experiencia artística? Últimamente me encuentro esta palabra constantemente. ¿Será que la busco?, ¿o que cuando te fijas en algo acabas por traerlo a tus ojos? La interpretación volvió a aparecer leyendo un libro sobre filosofía de la tecnología. Filosofía y tecnología me parecían palabras contrapuestas. Error de cordero tierno, que diría el lobo. El libro quedaba dividido por, digamos, defensores de una visión más materialista y otra más interpretativa. Pasando de guerras infinitas, me llamó la atención que la interpretación se pudiese colar incluso en algo, lo tecnológico, que, hoy en día entendemos como muy sistemático, casi que afiladamente rotundo, objetual, como el acto arquitectónico de construir un edificio.
Tercer escalón:
Efectivamente, la siguiente sorpresa vino enseguida de la mano de la arquitectura. ¿Cómo puede ser que la arquitectura, esa rama que construye con los ojos y las manos, se relacione tan perfectamente, superando lo sensual, con la filosofía?. El espacio, más allá de ser un contenedor pulcro, más allá de ser una referencia absoluta o relativa, narrado a través de los ojos azules de una aventurosa arquitecta, se antoja como un lugar de reflexión. Un lugar dinámico, que puede estar generado, más que por los objetos, por los vacíos. Más que por la materia, por las sombras. Más que por lo que existe, por lo que hace imaginar o interpretar. La poética del espacio.
Cuarto escalón:
Eso de quedar con una arquitecta casi siempre es muy constructivo. Y claro, si repites, al final acabas por ir al cine. El cine, bajo mi punto de vista, es interpretación total. Aquí no hay mucha novedad. Pero aun así hace poco me topé con una película fascinante que hablaba de lo mismo. La película en cuestión, cuyo nombre omito, la interpreté como un juego, casi que diría interactivo, entre película y espectador. Hay veces que el director actúa como dictador, sin que te permitan imaginar demasiado. En este caso sucedia todo lo contrario. Se narraba una historia y luego te planteaban una pregunta, al modo de ¿Qué versión de la historia quieres creer? La primera opción se basaba en un relato de unos hechos, descarnados, violentos y de difícil trago. La segunda opción se basaba en los mismos hechos, descarnados, violentos, pero fantásticamente mitológicos. La misma secuencia de datos, pero los primeros puestos en fila bajo esa visión retiniana que Duchamp aborrecía, y los segundos haciéndolos bailar al son de una mitología particular. Me da la sensación que de los primeros lo único que se me ocurriría sería huir como se huye de la guillotina, mientras que de los segundos quizá me atrevería a aprender del relato. Pero, claro, para aprender hay que saber sacar lo positivo de la tragedia. Y la interpretación aquí, vuelve a aparecer. ¿No es la mitología una interpretación de la realidad?, pero, ¿no es precisamente esa virtud de interpretar la que esconde una gran sabiduría? Al fin y al cabo para relatar hechos solo necesitamos ojos, memoria y boca, mientras que para interpretarlos necesitamos esos tres elementos y uno más, alma.
Quinto escalón:
¿Y qué pasa en el campo de la ciencia?, ¿Hay mitología?, ¿hay interpretación?, ¿la verdad en ciencia quiere o debe ser siempre una verdad férrea e inamovible? Independientemente de los objetivos prácticos, que a lo largo de la historia de la humanidad siempre han tenido un gran papel, me parece que ese mundo constituido por electrones, fuerzas, espacios cuadrimensionales, proteínas, genes, planetas, estrellas y un larguísimo etcétera, se parece mucho, en el fondo, a una gran historia mitológica. Apasionante, fantástica y llena de interrogantes. Donde la interpretación, la herramienta del osado, no hace más que ayudar a marcar nuevos caminos y nuevos razonamientos. Alimento para futuras teorías. Pero, claro, volviendo al principio, ¿cuál será el origen etimológico de la palabra «interpretar»?