Empezar este post contándoos cómo de crítico me resulta el enfrentamiento ante la página en blanco en estos tiempos tan integralmente y formalmente médicos de mi vida sería tan tópico como utilizar “erase una vez”. Este texto va de medicina y de arte, de la relación entre medicina y arte, pero utiliza la literatura y su análisis como medio conductor así que…

Erase una vez… la medicina.


El arte plástico:
La Facultad de Medicina de Valencia tiene innumerables características positivas y negativas, en lo académico y en lo arquitectónico, que podrían ser comentadas.

Hay concretamente una que es académica y arquitectónica a la vez. En esta facultad con algún que otro año de historia, presidiendo desde la mismísima cubierta superior el hall de entrada al edificio, se encuentra una vidriera de dimensiones gigantes en la que muchos estudiantes no llegan a reparar después de varios años de carrera.
Es una vidriera, antes policromática, ahora transformada en pieza arquitectonica contemoránea mono-cromo, que requirió cierto buen gusto, conjunción de colores y formas, estructura y un artista para su realización (nanoconexiones-nanovidrieras).

 

El trasfondo histórico y la importancia de la palabra, el idioma y la meta-información:
Sin embargo, tras el resplandor inicial, lo que  queda grabado en la memoria son las palabras que contiene…

Con una base ideológica profundamente academicista, tradicionalista y probablemente algo snob, en medicina “se gasta” el latín con cierta frecuencia.  Aparte de estos tópicos de connotación más o menos discutible, dejando a un lado la aparente hibernación de tan preciada lengua, el latín en determinados ámbitos médicos tiene un papel práctico irrefutable.
En nómina anatómica (el nombre de todas y cada una de nuestras porciones estructurales descritas mediante la observación macroscópica de seres humanos) el latín es el lenguaje internacional.
Más allá de servir como herramienta de comunicación entre profesionales y aficionados de distintos ámbitos lingüísticos, la “nómina” acude (es) al origen etimológico de los términos utilizados en el lenguaje corriente y, por norma general,  sus denominaciones hacen referencia de forma más concisa y eficaz a la forma o función de cada una de las partes del cuerpo del animal conocido como “humano”.  Así un musculo que separa se llama separador (adductor) o uno con dos cuerpos se llama bíceps.
Esto facilita su aprendizaje pero también integra conceptos más allá del sustantivo que van añadiéndose a una memoria fragmentada en la que, a largo plazo, son precisamente esos flecos característicos los que permiten una integración de conocimientos y una extracción de “clusters de datos” útiles para la formación y práctica médica.
Este ejemplo es idénticamente extrapolable a la microbiología y farmacología con su taxonomía (del griego taxis: ordenación) y farmacopea.
Es verdad que se puede argumentar que, en muchos casos, a poco que se preste atención a las raíces del léxico utilizado, el estudio de la etimología del vocabulario científico en las lenguas contemporáneas de origen greco-romano  (las de otras raíces culturales suelen partir de nuestra fonética aunque no alcancen a transmitir con la misma facilidad la meta-información subyacente por parte de sus parlantes) puede cumplir la misma función.

 


Breves palabras que resumen infinitas reflexiones, el axioma:
Una versión más avanzada y compleja de éstas  ¿“léxico-grafías” ?, estas palabras que contienen auténticas imágenes, son unas cuantas “oraciones” centenarias que hemos heredado.

Cómo reminiscencias supervivientes del viejo “argumento de autoridad” pre-renacentista, un axioma es una premisa que, por considerarse evidente, se acepta sin demostración. Su importancia o “veracidad” viene refrendada porque, más allá de su propia definición, han sobrevivido con absoluta integridad al escrutinio científico a lo largo de los siglos.
En latín, con sus declinaciones y austeridad, estos mantras resultan todavía más contundentes. Mi favorito, el que más evoco durante la práctica médica cotidiana antes de tomar decisiones es: “primum non nocere” (lo primero no dañar).
Quizás parece contradictorio este recordatorio, no dañar, precisamente a médicos, miembros de un colectivo que tiene “el sanar” como objetivo oficial prioritario sino único. El ejemplo ilustrativo es el de un cirujano que debe sopesar muy bien las consecuencias antes de realizar una incisión sobre un cuerpo humano.  Sin embargo, la consecución exitosa y permanente del “non nocere” como práctica activa, requiere, además de una vigilancia permanente, una buena dosis de habilidad y aprendizaje, y ni tan siquiera de este modo existe garantía de obtener los mejores resultados.

 

¿De que iba esto?… un análisis estructural.

Volvamos a la vidriera que corona los paseos de los médicos neófitos en el corazón de su hogar académico. En este caso se trata de una simple sentencia referida a la medicina pero  se podría aplicar a otros muchos campos del conocimiento y, sin duda alguna, a cualquiera de las “artes” oficialmente aceptadas como tales.

Su principal misión, aunque no único mensaje, es situar al “yatré” en el verdadero hogar de su práctica sanitaria: su efímera existencia.

 

Original de Hipócrates, citada por Séneca en su «De Brevitate Vitae» como máxima de los médicos.

 

  • “Ars longa, vita brevis”. Ese es el mensaje principal que llega desde lo remoto de los tiempos a los médicos del siglo XXI, el de tipografía más grande, el subrayado con talla y color, el único que el sol saluda y amplifica con sus emisiones lumínicas cada mañana en el techo de la facultad.

“Ars longa”: La palabra medicina es eliminada sin consideraciones en favor del término arte, así la concreta y deductiva ciencia médica se transforma en caótico, aleatorio e intuitivo arte.

“Coma”: relaciona ambos elementos. De forma silenciosa, dejando espacio a la libre interpretación (¿une y/o separa?). La pausa parece señalar la enormidad, la infinitud y eternidad de la medicina con respecto a la minúscula anécdota que es la vida propia.

“Vita brevis”:  Subrayada con su aislamiento tras la pausa, la finitud de la vida vuelve a ser citada. Se le indica así al futuro sanador el escaso tiempo con el que cuenta para dominar su arte y, casi contradictoriamente, la importancia de la vida, también la suya, en relación de igualdad con la inabarcable “longa artis”.

 


Arte y ciencia, ciencia o arte. Medicina.
Esta sintética conjunción de sustantivos y adjetivos, en su contexto arquitectónico, no deja lugar a la duda respecto a lo remoto de la relación entre ciencia y arte.

Sin entrar en lo teatral del acto médico, con sus roles y guiones predeterminados y repetidos sistemáticamente, o la variabilidad de la interpretación interpersonal de sus bases teóricas y correcta ejecución que hacen in-mensurable la calidad de la atención o tantos otros argumentos, nos podemos plantear las siguientes dudas:
¿Qué es la medicina?, ¿una ciencia que se ejecuta artísticamente? , ¿un arte basado en la ciencia?, ¿o se trata más bien de la ciencia del arte?
¿Es “medicina” la representación académica de la comunión de los extremos (supuestamente) opuestos de percepción e interpretación de la realidad, del conocimiento? ¿una aberración, por tanto, únicamente autorizada ante la superioridad del único fin mayor que el saber organizado, un objetivo in-deleble compartido por todas las especies: aumentar la propia supervivencia, en su extensión y, más recientemente, en su calidad?

 

SALUD!!!!!OS

JC.