Antartida-satelital

Imagen: © Nasa

Hace unas semanas se inauguró en la CAC la exposición «Memoria helada: Amundsen, un explorador avanzado a su tiempo». Con motivo de la inauguración, Javier Cacho dio una conferencia sobre Amundsen, y una vez finalizada nos invitaron a subir para visitar la exposición. Tanto en el turno de preguntas de la conferencia, como visitando la exposición, la gente aprovechaba para preguntar más cosas sobre Amundsen. Cuando todos terminaron, yo me acerqué para preguntar algo bien distinto: ¿Hay caliza debajo de la Antártida? Lo sé, deformación profesional, pero es que sobre Amundsen podría averiguar más leyendo, y ya sé también que hay un pedazo de agujero encima de la Antártida. ¿Pero qué hay debajo?… Bueno va, ¿hay simas?

«Eres espeleóloga, ¿verdad?» Ante mi cara de sorpresa: «ni siquiera los geólogos harían esa pregunta tan concreta, se te ha visto el plumero enseguida :)» Y empieza a contarme. Resulta que hay de media unos 3 kms de hielo y nieve a salvar, antes de poder adentrarnos por algún agujero de roca. Y si hay caliza o no, por ahora importa un pimiento. Porque la mayoría de los geólogos y demás investigadores que hurgan las entrañas del sexto continente, están interesados en los recursos naturales del subsuelo antártico: petróleo y minerales estratégicos. Me comentaba que muchas veces se intenta tapar, dicen que están haciendo una prospección para saber si pasa tal cosa, y tal cosa claramente es una chorrada para gastar tanto dinero y tecnología.

Como muchos sabréis, se acordó una moratoria de unos 50 años para usar la Antártida con fines pacíficos y científicos, sin expoliar sus recursos naturales. Ya quedan menos de 30 años, y si esto no da un giro, cuando llegue el momento se abrirá la veda, y cada país comenzará a reclamar su parte del pastel… para comérselo, claro. Dada la extensión de terreno que engloba, solo contando con lo que podría derretirse, el desastre está asegurado. En más de 20 años pueden pasar muchas cosas -como que nos caiga un meteorito-, pero si se llega al final y tienen que decidir qué se hace, me temo que va a prevalecer el interés económico. Es más, si Oriente Próximo ya no escupiera petróleo, ni África fuera el continente de arramblo con todo para el mundo desarrollado, creo que esa imagen que he puesto de la Antártida no sería la misma.

Terminamos de bajar las escaleras del museo y ya en la puerta le doy las gracias y me despido de él. Algunas de sus palabras no pudo evitar decirlas con cierta pesadumbre. Aunque muchos investigadores se nieguen a la explotación de los recursos de la Antártida, otros ya preparan el pastel. La decisión será política y económica. A mí me encantaría pisar algún día la Antártida, sin ningún interés científico ni turístico (en el sentido de los viajes turísticos que se están organizando ahora mismo). Simplemente contemplar la inmensidad blanca con algún que otro lobo marino a una distancia prudencial, y ser consciente del privilegio que supone estar en un entorno así.

Sackelton, Amundsen, Scott y compañía llegaron allí para explorar lo inexplorado, pero la carrera al Polo Sur como meta siempre estuvo ahí: quiero ser el primero. Cuando se acerque la fecha del fin de la moratoria, ¿cuál será la actitud que tomará la sociedad, y en especial los científicos que se encuentren allí? Imagino que muchos se abstendrán de tomar su ración de tarta, pero otros tantos se la comerán. Por otro lado, nada nuevo de lo que pasa hoy en día, con el binomio ciencia-intereses económicos.