Si estás interesado en la comprensión pública de la ciencia, tarde o temprano acabarás leyendo libros y artículos sobre el riesgo y su percepción. La anécdota que abre el libro de David Ropeik How risky is it, really? pienso que es una buena muestra de la complejidad del problema.
David describe una reunión en Needham, un suburbio de Boston, en la década de los ochenta. La cubrió como periodista para una televisión. En un colegio se habían detectado cantidades mínimas de tricloroeteno en el aire de la biblioteca y de una clase. El tricloroeteno es un compuesto tóxico y cancerígeno, pero las cantidades detectadas eran muy pequeñas, tan pequeñas que no sobrepasaban los límites de exposición de la legislación americana. A David le llamó la atención la indignada intervención de una madre que pensaba que su hija desarrollaría un cáncer si no se realizaba ninguna intervención. La madre hablaba con su hija de 10 años al lado, mientras acababa un cigarro más de los muchos que llevaba fumados esa noche…
Las nuevas técnicas de detección analítica son capaces de detectar cantidades cada vez menores de substancias peligrosas en el aire, el agua o los alimentos. De hecho, en muchos casos somos capaces de detectar concentraciones de substancias tóxicas tan pequeñas que el riesgo asociado a su exposición es, a todos los efectos, cero. Y ésto nos plantea dilemas, como en el caso de la escuela de Needham. Una opción sería no hacer nada, dado que el riesgo es prácticamente cero. Al otro lado del espectro de actuaciones estaría el cierre y la limpieza del colegio. Pero el cierre implica que los niños deberían distribuirse por otras escuelas. Por tanto, habría un impacto sobre su educación: el grupo se fraccionaría y los estudiantes deberían integrarse en grupos nuevos. Además, los niños deberían desplazarse a las nuevas escuelas, que estarán más alejadas de sus casas. Y esta opción comportaría un coste económico muy importante. Parece, por tanto, que una opción más sensata implicaría cerrar la biblioteca y la clase afectadas, localizar las fuentes de tricloeteno, y eliminarlas.
En esta anécdota, sin embargo, el hecho más destacado es la diferencia entre riesgos reales y percepción de esos riesgos: la madre era una fumadora compulsiva, y ese consumo convertía a su hija en una fumadora pasiva. Ese riesgo cuantificable, sin embargo, no merecía la atención de la madre, que solo se preocupaba por un riesgo prácticamente inexistente. Me gustaría poder afirmar que esta anécdota es un caso extremo, pero no lo es. Existen múltiples casos que muestran que los humanos tenemos miedo de riesgos mínimos y, al mismo tiempo, no concedemos ninguna importancia a riesgos mucho mayores: es bastante más peligroso viajar en coche que viajar en avión, pero hay mucha gente que conduce a diario pero evita los aviones…
3 comentarios
Guillermo Muñoz Matutano dice:
12 nov 2013
Que imagen más buena !!, una madre escandalizada porque hay una molécula cancerigena pululando por una biblioteca, capaz de agredir a su hija, mientras fuma como una descosida intoxicandole.
Es el ejemplo perfecto para destacar que en esta sociedad de la información nos hemos centrado en el «más», pero quizá habría que reflexionar y evolucionar hacia el «mejor». Necesitamos aprender a gestionar la información.
Ahi vamos !!,
Eva Alloza dice:
12 nov 2013
Nadamos en la incongruencia amigos 😉
liliana siede dice:
25 nov 2013
Me parece un libro que hay que leer con atención! Gracias por los comentarios Liliana siede