“Esta sí que está buena, pruébala”… y con esas palabras oigo caer otro más de los templetes que erijo en mi mente cuando creo haber encontrado un concepto sencillo, quizá absurdo o irrelevante, pero absoluto. Son una especie de terapia, grajeas dulces y de color definido dentro de un mar de conceptos más complejos, generalmente incompletos y por supuesto relativos que tiñen de gris (ni blanco ni negro) todo lo que abarcan.

Esa deliciosa cucharadita de helado, acompañada de la terquedad y la sonrisa de quien me la ofrece, acaba de dinamitar el concepto “lo que mola de la stracciatella son los trocitos de chocolate, así que mejor pedir directamente chocolate”, disolviendo la grajea correspondiente en el mar gris de conceptos que no son inmediatos ni absolutos.
Me quedo dándole vueltas, valorando cómo en la buena stracciatella los dos componentes, masa y partículas de chocolate, aportan propiedades al producto final que combinadas mejoran las que éstos tenían por separado. La masa le da la textura principal al helado, definiendo su cremosidad, sus propiedades reológicas, dándole una base de sabor agradable sobre la que destacan los picos de intensidad provocados por las partículas de chocolate, que aportan también un toque crujiente, un punto de contraste. Y es entonces cuando me doy cuenta de que estoy ante el paradigma de composite, sólo que, a diferencia de aquellos que preparamos en el laboratorio, éste está muy bueno.

Los materiales compuestos, o composites, son aquellos que constan de más de una fase (o componente), combinando sus propiedades sinérgicamente para obtener así mejores prestaciones. Como pasa con la stracciatella bien hecha, que está más buena que la nata o que el chocolate por separado. O al menos, y según gustos, cubre otras necesidades.

Por lo general los materiales compuestos y por ende el esfuerzo que se ha invertido en su diseño nos pasan desapercibidos, porque la mezcla de fases no resulta evidente, pero están por todas partes. El hormigón, por nombrar un material abundantísimo y que nos rodea cotidianamente está formado por una matriz de cemento con partículas de árido (arena y grava) dispersas en ella que mejoran sus propiedades mecánicas y abaratan su coste. Muchos plásticos están compuestos de una matriz polimérica y un aditivo disperso en ella, como el chocolate en la stracciatella. Las partículas de aditivo refuerzan la matriz polimérica, mejorando su resistencia a la tracción, o aumentando su dureza, o haciéndolo más impermeable al oxígeno o al agua, ampliando su rango de aplicación en elementos estructurales o sujetos a desgaste, o en envases para productos alimenticios. Otro tipo de materiales compuestos son los estructurales, donde en lugar de dispersar un componente en una matriz se diseña una estructura que incluye a ambos constituyentes, por ejemplo, en capas. Pasaríamos así de la stracciatella a la comtessa, esa tarta helada de nata con láminas de chocolate en su interior tan típica de reuniones familiares diversas.

Lo mejor de los materiales compuestos es que nos permiten modificar y ampliar las propiedades de los materiales de manera que obtengamos las que necesitemos para una aplicación determinada. Es como si pudiéramos añadir ingredientes de una lista a matrices de helados según nuestro gusto o lo que nos apetezca en ese momento. Exacto, como en esas tiendas nuevas, generalmente blancas, que han salido como setas. De manera que podemos pedirnos un helado de cerámica con fibras cerámicas, a imagen de aquel de chocolate con trozos de chocolate, muy útil para escudos térmicos en transbordadores espaciales, componentes de alta temperatura en turbinas y hornos y para algunos discos de freno, entre otras aplicaciones. O podemos pedirnos una comtessa de óxido de estaño y grafeno y construir los electrodos de una nueva generación de baterías. Todo desde nuestra tiendecita blanca.

Estos nuevos desarrollos contrastan con el del adobe, palabra que antes de asociarse a una empresa de software describía un material compuesto de barro y paja que se emplea en construcciones desde hace varios miles de años. Y si abandonamos el punto de vista antropocéntrico descubriremos que, una vez más, vamos por detrás de la naturaleza, en la que podemos encontrar varios de estos materiales. La madera, por ejemplo, consiste en fibras de celulosa fuertes y flexibles rodeadas por un material más rígido llamado lignina. Nuestros propios huesos son un material compuesto de colágeno (una proteína) y apatito, un mineral duro y frágil.

La sonrisa que me ha ofrecido la cucharada de helado sigue ahí, y llega el momento de darle la razón, aunque me pese haber perdido ese templete, esa grajea de color dentro del mar gris de los conceptos relativos. En realidad, más que gris debe ser de un color marrón como el que salía siempre que se mezclaban todos los plastidecor de la caja en una hoja. Y, como me acaba de demostrar la sonrisa que ahora luce satisfecha, la gracia está en coger una de las rayas de color y seguirla hasta que se cruce con otra, como cuando la de los materiales compuestos se cruzó con la de la stracciatella.