Si es que no andamos algo mal de oído o un poco despistados, al oír hablar de esteroides anabolizantes lo primero que le suele venir a la cabeza a la gente son casos de doping en el deporte o el nombre de determinados famosos como Arnold Schawarzenegger o Sylvester Stallone, cuyos cuerpos han servido de iconos para el modelo transhumano del cíborg. Sin embargo, desde hace más de una década su uso ha transcendido el ámbito deportivo y se asocia a patrones de consumo recreativo. En los últimos años, el País Valenciano es la autonomía donde mayores consumos se reportan debido a factores de índole geográfica y climatológica pero también socioeconómica. Favorecidos por el contexto, durante los años de bonanza económica, muchos jóvenes abandonaron pronto sus estudios -como revelan las estadísticas de fracaso escolar- y con una cierta capacidad adquisitiva buscaron en el consumo de esteroides anabolizantes una forma simbólica de significarse, por no decir de verse a sí mismos a través de la valoración que el entorno social cercano les transmitía respecto de su cuerpo.
Así lo revela una investigación realizada por Víctor Agulló, sociólogo e investigador del Departamento de Sociología y Antropología Social de la Universitat de València. Tales resultados los puso de manifiesto en el acto de lectura de su Tesis Doctoral, titulada El consumo recreativo de esteroides anabolizantes: una perspectiva sociológica que recibió la calificación de excelente cum laude por unanimidad y mención internacional. En el tribunal que la evaluó estuvo presente el célebre sociólogo islandés Thorolfur Thorlindsson.
Para realizar dicho estudio, el profesor Agulló ha combinado diferentes herramientas metodológicas. En primer lugar efectuó un estudio de todas las noticias de prensa publicadas sobre la materia entre 2007-2011 en cuatro periódicos de referencia como El País, La Vanguardia, Levante-EMV y Las Provincias para conocer las representaciones sociales del fenómeno. Seguidamente radiografió la investigación en el ámbito a partir de un análisis sociobibliográfico tomando como referencia las bases de datos «Scopus» y «Sociological Abstracts». A partir de este corpus de conocimiento la tesis se adentra finalmente en la caracterización sociológica del consumidor recreativo mediante entrevistas en profundidad. Se trataría de un joven varón de entre 17 y 25 años, con estudios básicos, frecuentes problemas familiares, en bastantes casos de ideología conservadora, residente en la unidad familiar y con vínculos laborales con el gimnasio o el sector de seguridad privada. Sus gustos musicales se decantarían por la música de discoteca y en algunos casos por el rap o el hip hop y entre sus aficiones se encontrarían los coches deportivos y la velocidad o visionar películas bélicas o de artes marciales. Resulta igualmente frecuente que recurra a rayos uva, depilación, tatuajes y otras decoraciones corporales que vincula con una prefijada idea del culto al cuerpo. Otros rasgos que presentaría serían patrones alimentarios desajustados, la existencia de una baja autoestima respecto al propio cuerpo e incluso la frecuente ausencia de una figura masculina en su vida. Y algo muy destacable: la profesión médica está fuertemente desacreditada entre este colectivo, que da una extraordinaria credibilidad a la experiencia inmediata, y al entorno propio, donde tienen mucho peso la opinión de los colegas e incluso los propios vendedores ilegales.
Como hemos adelantado, según los últimos datos de la Fiscalía Antidroga de la Comunitat Valenciana, los esteroides anabolizantes se han convertido en la droga cuyo mercado negro mueve el mayor volumen de negocio, por encima de la cocaína. La gente la compra principalmente a través de Internet o, en menor medida, en clínicas veterinarias y farmacias. A diferencia de otras drogas su uso es más complejo y diversificado, y existe una muy baja percepción sobre los riesgos de su consumo. En gran medida es una droga masculina porque está vinculada a una determinada concepción e imagen de la masculinidad, aunque sus efectos sobre ella terminan siendo devastadores y claramente paradójicos: afecciones hepáticas y renales, cáncer, ginecomastia (el agrandamiento patológico de una o ambas glándulas mamarias en el hombre), alopecia, disfunciones sexuales, impotencia, rotura de tendones, trastornos psicológicos, entre otros. ¡Menudo panorama!
Aparte del grupo que acabamos de mencionar, y en el que se centra este estudio, el profesor Agulló ha detectado otros perfiles de consumidores de estereoides anabolizantes que son muy interesantes y sobre algunos de los cuales apenas hay investigación hecha. Entre ellos, obviamente, no están los más conocidos. Por un lado, los deportistas profesionales, aunque cada vez hay más deportistas amateurs. Por otro, el fisioculturismo, ámbito donde tradicionalmente ha estado extendido y aceptado el uso de los esteroides anabolizantes. Posiblemente, de ahí se ha extendido su uso entre los clientes de muchos gimnasios, los cuales conformarían el segundo grupo de consumidores. Un tercer perfil, y un hecho que resulta ciertamente preocupante de cara a la salud pública, lo conforman los profesionales de los cuerpos de seguridad y emergencias, entre ellos policías, bomberos, militares, funcionarios de prisiones o vigilantes de seguridad. En cuarto lugar, está extendido su uso en grupúsculos de extrema derecha. Completa los perfiles un último subgrupo que haría un uso diferente al del resto de perfiles y que estaría conformado por homosexuales, strippers o gogós donde también se está reportado un constante aumento de su consumo.
Estamos delante de una problemática ante la que hace falta información. Por ejemplo, en los colegios y en los lugares de potencial consumo, así como un código ético en los gimnasios. Sin embargo, la información por sí sola no basta. El conocimiento sobre cómo la gente usa y da sentido y crédito a la información científica lleva tiempo enviando señales de aviso a los profesionales de la comunicación de la ciencia de que el modelo ilustrado no funciona nada bien con determinados individuos. Por ejemplo, con los que saben mucho y con los que saben poco. Lo cual revela algo muy curioso y chocante de los comunicadores y divulgadores de la ciencia que los emparenta con aquellos individuos a los que muchas veces tachan de crédulos y que se dejan llevar por creencias anti o pseudocientíficas. ¿Adivinan qué?