¿Os acordáis de la novela “El Mundo Perdido” del escritor escocés A. Conan Doyle? Pues bien, resulta que existe. Sí, como lo leeis. Existen seres prehistóricos en el mundo actual. ¿A que lo primero que os viene a la mente es la imagen de un dinosaurio feroz en mitad de una selva tropical? Teniendo en cuenta que, con gran probabilidad, el 95% de las personas que estén leyendo este texto habrán dibujado dicha imagen en su cerebro, voy a tratar de desmontar brevemente un tópico que la sociedad, y en buena parte el cine, nos ha hecho creer desde que nacimos: el mundo prehistórico pertenece al reino animal. ¿Y el mundo vegetal?, ¿por qué pasa inadvertido? De hecho, ¿alguien se ha parado a pensar alguna vez (sí, le doy mucho al tarro…) que cuando un niño visita un zoo es capaz de reconocer los animales más comunes y, sin embargo, no se le enseña lo que es un almendro, un olivo o un rosal?
Adentrándonos en el mundo prehistórico vegetal, en pequeñas zonas relicto de California, existen unos fósiles vivientes llamadas secuoyas. Estas coníferas gigantes fueron las reinas de este planeta hace aproximadamente 100 millones de años, durante el Cretácico. Y sí, son dinosaurios gigantes puesto que pueden llegar a alcanzar los 110 metros de altura y vivir miles de años.
Su descubrimiento fue muy parecido al argumento de ciencia ficción de la obra de Conan Doyle. En la década de los años cuarenta, la especie Metasequoia glyptostroboides estaba definida como una especie vegetal extinta desde hacía millones de años. Pero fortuitamente, como pasan la mayoría de cosas en el mundo científico, el naturista T. Kahn advierte a la comunidad científica que ha encontrado un individuo de esta especie (¡vivo!) junto a un monasterio en China. Años después, una expedición de cientifícos se lanzó a la carrera de localizar nuevos especímenes de secuoya, encontrando unas pocas poblaciones que habían conseguido mantenerse al margen de la extinción generalizada. El envío de semillas de este género a jardines botánicos de todo el mundo hizo que, actualmente, el visitante pueda contemplar estos auténticos dinosaurios en pleno siglo XXI. Dicho sea de paso, estas instituciones botánicas actúan al mismo tiempo como reservorios de especies que, de encontrarse únicamente en estado silvestre, es probable que el ser humano ya se hubiera encargado de ocasionar su extinción debido a la tala masiva e incontrolada de numerosas compañías madereras.
Así que, la próxima vez que os emocionéis visitando un museo paleontológico con restos de dinosaurios, os invito a emocionaros también pensando en los fósiles vivientes que habitan actualmente junto a nosotros. Podéis estar pensando “ya, pero no tenía pensado irme a California estas vacaciones a ver las secuoyas, mi presupuesto no me da para tanto…”. Tengo la solución: Chamaerops humilis o, para entendernos, el palmito. Única especie de palmera autóctona europea, relicto del bosque tropical del Terciario que inundaba las latitudes mediterráneas hace 60 millones de años. Ahora no hay excusa, cuando salgáis a la montaña y observéis el palmito nada más comenzar a caminar, podréis estar seguros de estar en un museo de auténticos fósiles vivientes.