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© Quino

En esta sección como de costumbre, se trata de hablar de la ciencia que sale en las noticias. Eso no tiene por qué significar el comentar algo que haya salido en los medios de difusión masiva. Yo esta vez he elegido hablar sobre la estimulación transcraneal, porque en mi lector de noticias vi este vídeo que publicaron en The Guardian el pasado 5 de diciembre. Lo que estáis viendo, es una estimulación eléctrica sobre el cerebro de un paciente, para tratar de localizar de dónde le provienen unos ataques epilépticos. Se aplica una corriente eléctrica de unos 6mA, y luego suben a 8mA. El paciente básicamente explica que no siente un cambio en sus emociones, pero tiene un sentimiento de determinación por hacer algo, un sentimiento positivo. Como ejemplo, dice que es como si estuviera recorriendo una tormenta, y tiene que seguir adelante y atravesarla, ir más allá; pensando en cómo atravesarla, porque tiene que atravesarla. Aumentan un poco la corriente y la determinación es mayor, ya no es tan importante el cómo, pero está claro que hay que hacerlo, hay que ir hacia adelante, empujar con más fuerza e ir a por ello. Finalmente le dicen que vuelven a inducir corriente estimulación Sham-, pero sólo aplican brevemente una corriente mucho menor durante uno o dos segundos. El paciente indica que no siente ninguna de las anteriores sensaciones.

Actualmente se aplican tanto técnicas de estimulación eléctrica, como magnética transcraneal. Todo enfocado al tratamiento de patologías neurológicas o relacionadas con las enfermedades mentales, desde el Parkinson hasta la depresión. Y en todos estos experimentos se comprueban los diferentes tipos de respuesta, dependiendo de la zona del cerebro estimulada. Al contrario que los medicamentos, que producen un sinfín de efectos secundarios y alteran lo que no deben, estas técnicas apenas pueden ser consideradas como invasivas.

Ahora bien, si pasamos a la metafísica, desde luego la cosa cambia y mucho. ¿Qué nos diferencia en el reino animal? Entre otros, la imaginación, el lenguaje verbal, realizar juicios, pensamiento abstracto, y lo que podríamos llamar no ser esclavos de nuestro cerebro mamífero y reptiliano -salvo casos muy excepcionales-. Dicho de otra forma, consciencia y poder sobre nuestra toma de decisiones -aunque está demostrado que funcionamos de forma muy automática, pero no me voy a meter ahora en ese berenjenal-.

Si una estimulación magnética/eléctrica exterior tiene ese efecto sobre nuestra determinación o voluntad, no sólo podría usarse como un elemento positivo, sino también negativo. Actualmente, siempre que pensamos en ética y ciencia, los debates más usuales se centran en el tema de la clonación. Yo no descartaría, con el paso del tiempo y el mayor uso de estas técnicas, que la estimulación transcraneal pasara a ocupar un lugar importante en dichos debates. Cuando la estimulación cesa, su efecto/respuesta también. ¿Pero qué ocurriría si se desarrollara la tecnología de tal forma que llevaramos un aparatito que suministrara dichos estímulos con cierta frecuencia a lo largo del día sobre nuestro lóbulo frontal? Pues además de una recuperación o mejoría de algún trastorno neurológico que tuviéramos, un cambio en la conducta si no se afina muy bien. Tendríamos una invasión en nuestro ser.

Damos un paso más allá… ¿qué pasa con la libertad? ¿Nuestra voluntad es más fuerte que esa corriente eléctrica/magnética? ¿De dónde vienen nuestras motivaciones para empujar o querer hacer algo? ¿Cómo provocamos nosotros esa chispa en nuestras neuronas? Como dice la canción: «nuestros pensamientos son más poderosos que el aire y el fuego».

Supongo que si leéis a Quino, la viñeta la conocéis de sobra. Lo que darían algunos padres por poder aplicar la estimulación transcraneal para que sus hijos hicieran los deberes 🙂 En lugar de eso, se provocan motivaciones externas y basadas en el chantaje. Por suerte, otro tipo de pedagogías van surgiendo, pero si los Felipes de este mundo prefieren seguir leyendo historietas y comiendo queso, no deja de ser su voluntad, su libertad y su responsabilidad. Al fin y al cabo, la voluntad sirve para hacer y no-hacer.

No puedo dejar de decir, que yo también experimenté la misma sensación de determinación que el paciente que aparece en el vídeo, de querer atravesar una tormenta eléctrica, una tarde que decidí dar la vuelta a La Albufera en bici. Tenía que ir hacia adelante, ir a por ello, en vez de dar la vuelta. Ni pillé una pulmonía, ni me fulminó un rayo, aunque me tuvieron que rescatar. Que nadie me pregunté por qué, porque yo tampoco lo sé…