Pues si, gracias a Quino puedo seguir con mi “mirada de niña” viendo cual Mafalda las cosas de cada dia.
Y coincido contigo en que una imagen vale mil palabras, como diria el refrán, y que siendo la imagen adecuada fija con mayor fuerza el concepto expresado. Como muestra sin ser cómic, una obra gráfica:los carteles de Josep Renau.
Y si, voto por el premio para el año que viene, pero el de ciencias sociales, Quino ha demostrado ser un conocedor intenso de la sociedad que le envuelve.
Un día de estos ya me darás a conocer la obra de Josep Renau, quizá el mismo día que pueda acercarme a ver con detenimiento tu biblioteca de cómic Mis horas leyendo cómics o tebeos superan con creces a las que invierto leyendo prosa.
Fantástico – y merecidísimo – homenaje a este Maestro con mayúscula. Coincido plenamente en la apreciación, las tiras de Mafalda constituyen un equilibrio perfecto entre contenido, forma y dobles lecturas, siendo todas ellas (tanto las más superficiales como las más profundas) igual de efectivas. Para los que amamos el cómic, además, garantiza ese doble placer de reír con las tiras siendo niño, sin atisbar ni la mitad de su fuerza, y de mayores poder ver más allá y leerlas de nuevo como si fuesen cosa distinta.
Estoy convencido del poder del cómic para transmitir conocimientos, para enganchar, para hablar de una cosa insertando sutilmente conceptos más profundos (Watterson es el otro genio en este difícil arte de hablar a niños y a adultos sin que se note), y afortunadamente, cada vez se le reconoce más. Cabe destacar al paisano Paco Roca, que en su última obra emociona, entretiene y deleita con su trazo al tiempo que narra episodios históricos con rigor indiscutible.
Es triste que haga falta dar premios para llamar la atención de la gente sobre estas cosas, pero oye, bienvenidos sean cuando se dan casos tan justos como el presente.
Dr. Litos, estoy segura de que somos muchísimos los que creemos esto. Para mí también es como un lenguaje, con sus propios registros. Y por lo que veo coincidimos también en B. Watterson: adoro a Calvin y Hobbes Yo descubrí a Mafalda con 8 años, en libro 8; fue un regalo de cumpleaños. Quedé fascinada porque era diferente a todo lo que había leído por aquel entonces en cómic: Ibáñez (mortadelos, Pepe Gotera y Otilio, etc), J. Escobar (aunque Zipi y Zape no me van demasiado), Raf, tebeos de Los Pitufos o El perro de Flandes. También algunos autores franceses y belgas: tengo un libro de las aventuras de Sibilina y la remolacha, que creo a día de hoy es una reliquia. Con Sir Tim O’Theo también pasaba estupendos ratos. Lo que me gustaría poder seguir leyéndolos. Estos también se han convertido en reliquia.
Pero ese libro de Mafalda me di cuenta enseguida que tenía algo que no tenían los otros. Algo que por aquel entonces, aunque intuía, todavía se me escapaba. Y así releyendo con el paso del tiempo, todo se fue haciendo más claro, y era todo un descubrimiento cada re-lectura, y por supuesto crecían las ganas de seguir leyendo los demás libros. Esa mirada que me dio Mafalda y también Ibáñez -no olvidemos la gran crítica que hay también en los mortadelos-, me sirvió después para ir descubriendo a otros autores y ser capaz de ver esas sutilezas que solamente se pueden transmitir de esta manera, a través del cómic.
5 comentarios
mercedes dice:
28 Oct 2014
Pues si, gracias a Quino puedo seguir con mi “mirada de niña” viendo cual Mafalda las cosas de cada dia.
Y coincido contigo en que una imagen vale mil palabras, como diria el refrán, y que siendo la imagen adecuada fija con mayor fuerza el concepto expresado. Como muestra sin ser cómic, una obra gráfica:los carteles de Josep Renau.
Y si, voto por el premio para el año que viene, pero el de ciencias sociales, Quino ha demostrado ser un conocedor intenso de la sociedad que le envuelve.
Susana dice:
4 Nov 2014
Un día de estos ya me darás a conocer la obra de Josep Renau, quizá el mismo día que pueda acercarme a ver con detenimiento tu biblioteca de cómic
Mis horas leyendo cómics o tebeos superan con creces a las que invierto leyendo prosa.
Dr. Litos (@DrLitos) dice:
29 Oct 2014
Fantástico – y merecidísimo – homenaje a este Maestro con mayúscula. Coincido plenamente en la apreciación, las tiras de Mafalda constituyen un equilibrio perfecto entre contenido, forma y dobles lecturas, siendo todas ellas (tanto las más superficiales como las más profundas) igual de efectivas. Para los que amamos el cómic, además, garantiza ese doble placer de reír con las tiras siendo niño, sin atisbar ni la mitad de su fuerza, y de mayores poder ver más allá y leerlas de nuevo como si fuesen cosa distinta.
Estoy convencido del poder del cómic para transmitir conocimientos, para enganchar, para hablar de una cosa insertando sutilmente conceptos más profundos (Watterson es el otro genio en este difícil arte de hablar a niños y a adultos sin que se note), y afortunadamente, cada vez se le reconoce más. Cabe destacar al paisano Paco Roca, que en su última obra emociona, entretiene y deleita con su trazo al tiempo que narra episodios históricos con rigor indiscutible.
Es triste que haga falta dar premios para llamar la atención de la gente sobre estas cosas, pero oye, bienvenidos sean cuando se dan casos tan justos como el presente.
Susana dice:
4 Nov 2014
Dr. Litos, estoy segura de que somos muchísimos los que creemos esto. Para mí también es como un lenguaje, con sus propios registros. Y por lo que veo coincidimos también en B. Watterson: adoro a Calvin y Hobbes
Yo descubrí a Mafalda con 8 años, en libro 8; fue un regalo de cumpleaños. Quedé fascinada porque era diferente a todo lo que había leído por aquel entonces en cómic: Ibáñez (mortadelos, Pepe Gotera y Otilio, etc), J. Escobar (aunque Zipi y Zape no me van demasiado), Raf, tebeos de Los Pitufos o El perro de Flandes. También algunos autores franceses y belgas: tengo un libro de las aventuras de Sibilina y la remolacha, que creo a día de hoy es una reliquia. Con Sir Tim O’Theo también pasaba estupendos ratos. Lo que me gustaría poder seguir leyéndolos. Estos también se han convertido en reliquia.
Pero ese libro de Mafalda me di cuenta enseguida que tenía algo que no tenían los otros. Algo que por aquel entonces, aunque intuía, todavía se me escapaba. Y así releyendo con el paso del tiempo, todo se fue haciendo más claro, y era todo un descubrimiento cada re-lectura, y por supuesto crecían las ganas de seguir leyendo los demás libros. Esa mirada que me dio Mafalda y también Ibáñez -no olvidemos la gran crítica que hay también en los mortadelos-, me sirvió después para ir descubriendo a otros autores y ser capaz de ver esas sutilezas que solamente se pueden transmitir de esta manera, a través del cómic.
juan rivera dice:
6 Oct 2016
no me gusto