«Sin ciencia no hay futuro» by Ana _Rey is licensed under CC BY-SA 2.0



El pasado 13 de Octubre, el Tribunal Supremo (TS) resolvió una sentencia que negaba la petición de incorporar la indemnización por finalización de contrato a l+s investigador+s predoctorales. Esta sentencia anula una anterior dictaminada por el Tribunal Superior de Justicia de Galicia, la cual sí fallaba a favor de la incorporación de este derecho. De esta forma, la institución más alta del poder judicial estatal rechaza incluir uno de los derechos básicos de los trabajadores, asumiendo que l+s investigador+s pertenecientes a esta etapa inicial pero indispensable para completar la actividad investigadora, cumplen una labor puramente formativa y no laboral. Aquí podéis leer los distintos detalles que explican el proceso.

La acción de comunicar y divulgar la ciencia se materializa de formas muy diversas. Hay muchos motivos diferentes por los que una persona, colectivo o institución pueden decidir emprender una actividad divulgadora, que en última instancia pretende poner en contacto el sector de la ciencia, las personas y profesionales que la forman, los conocimientos y resultados, con el resto de la ciudadanía, los sectores productivos y culturales de la sociedad. Existen formatos unidireccionales, participativos, lúdicos, informales, institucionales e incluso mercantilistas. Desde nuestra asociación Piratas de la Ciencia siempre hemos pensado que los contextos de la investigación y la ciencia vehiculan y dan forma a los contenidos. En ese sentido, nuestra apuesta es entender la actividad de la ciencia como parte integrante de la cultura, sujeta a todas sus expresiones históricas, políticas, tecnológicas… [1] Los contenidos de una comunicación de la ciencia íntegra deben tener en cuenta los aspectos relacionales, los aspectos éticos, los aspectos críticos y sociales, y no solo los especializados o conceptuales. La ciencia, en su día a día, queda atravesada por todo tipo de voluntades y expresiones humanas. Dar a conocer ese corazón interior, ese mecanismo interno, significa precisamente airear los rincones menos conocidos de su actividad. Es pues ahí, en la experiencia del día a día, en las relaciones laborales, en las colaboraciones creativas, en los debates y los conflictos abiertos, … donde la divulgación reconoce al contexto y lo posiciona en el centro de la investigación.

“Quizás en estos tiempos conviene recordar las palabras del médico alemán autor de no pocos textos de historia, divulgación y enseñanza de las ciencia, Ferdinand Hoefer (1811 – 1878), quien advertia de lo desastroso que podía ser para la ciencia ese arrogante dogmatismo que desprecia el pasado y solo admira el presente”. Luis Moreno Martínez [1]

La imaginación compartida, la creatividad transfronteriza, son cualidades muy necesarias en nuestro presente, que abastecen de ideas, pensamientos y materialidades para dar con nuevas alternativas a los muchos y muy importantes retos globales que afrontamos. Es interesante resaltar que esas palabras, imaginación y creatividad, dan fuego a la acción participativa y transformadora de forma muy diferente a otro tipo de acciones, como podría ser la propia “utopía”. Esta última nos interpela hacia un futuro lejano e idealizado, quizá infinito e irrealizable. Por eso, la imaginación y lo metafórico contienen una positividad inmanente y emanante a la vez. Precisamente por su granularidad, por concretas, y por su ductilidad, por ser realizables materialmente. Ambas nos proyectan al futuro desde un presente con conciencia histórica, y por tanto nos movilizan políticamente. Esa creatividad transversal no busca un sueño sagrado instalado en un futuro indeterminado, sino un pequeño paso al cual sumar muchos otros. Esta es una de las razones por las que siempre hemos perseguido esa colaboración interdisciplinar entre las artes, las ciencias, las humanidades, las tecnologías, … para construir nuevos focos de pensamiento y progreso epistemológico, a través de acciones particulares de base que activen espacios de imaginación. Es el caso de, por ejemplo, la colaboración con el departamento de Escultura de la facultad de Bellas Artes y el Máster de Artes Visuales y Multimedia de la Universidad Politécnica de Valencia, para establecer visitas a laboratorios para estudiantes de arte, entre otros muchos ejemplos prácticos. Un programa que no solo persigue abrir canales de innovación de las formas de pensamiento, sino también re-pensar los modelos educativos que dan forma a nuestros sistemas productivos [2]. Una acción desde la ciencia y el arte que se engrana desde un contexto político.

 

“This new ‘political awakening’ will endure and transform how scientists participate in political life. The label ‘activist’ should be an honour, not a slur or reproach.”[20]

Hoy volvemos a demandar más contexto para el espacio divulgativo en la ciencia, desde otro de los espacios políticos. Escribimos un post que entendemos especial, por varias razones. Hemos construido un espacio de divulgación de la ciencia y de reflexión en grupo, que ha dado forma a una serie de temas en torno a la sentencia del TS que deniega el derecho de la indemnización por finalización de contrato para el sector predoctoral de la investigación. Recurrimos a este pequeño espacio crítico también para imaginarnos una conversación en el tiempo. Muchos de nosotr+s hemos sido investigador+s predoctorales. Este ejercicio nos permite recuperar nuestro pasado para, rebuscando en nuestra experiencia, darle voz a es+ investigador/a predoctoral que fuimos hace algunos años. Es un ejercicio empático, ponernos en el lugar del otro, pero en este caso porque además ese otro fuimos nosotr+s mismos no hace demasiado tiempo. Nuestra asociación se dedica a la divulgación de la ciencia, y no actúa como medio de difusión de noticias. Una reflexión en equipo se ajusta más al tipo de actividad crítica que buscamos: debatir y dialogar sobre la ciencia y sus circunstancias con una actitud creativa abierta. Además, tod+s sabemos que las demandas de l+s investigador+s predoctorales se integran en una lucha más general, que pretende dignificar la labor de la investigación en España. No solo para dotarla de mejores presupuestos, sino también para eliminar los múltiples rastros de precariedad, corrupción y mercantilización que ponen en peligro la propia esencia de una actividad que es colaborativa y participativa. Una ciencia diseñada para que el gran esfuerzo público del apoyo económico se retorne a la ciudadanía de forma directa y múltiple, y no estrangulada por servidumbres mercantilistas. Siempre hemos entendido la ciencia como parte de la vida, variada en sus formas. Pero una vida que siempre es social y en comunidad. Por eso los cuidados a la ciencia, a l+s profesionales que la ejercen y la impulsan, son simplemente parte de la misma ciencia. Eje prioritario de su divulgación.


Precarización en la etapa predoctoral de la investigación. ¿Deficiencia histórica u oportunidad de negocio? 

L+s investigador+s predoctorales son el eslabón más precarizado del sector de investigación. Quizá porque representan a la comunidad más vulnerable. La investigación en España forma un sector atravesado completamente por la precarización, en muchas de sus etapas profesionales. En ese contexto, este joven sector de la investigación históricamente ha tenido que pelear más intensamente por incluir todos los derechos básicos que contiene un trabajo digno. Hasta hace no demasiado tiempo las dotaciones económicas se concretaban en forma de becas, sin incluir el derecho para cotizar a la seguridad social, ni para obtener prestaciones como el paro. Siguiendo esa misma estela descendiente, tampoco era raro encontrarse con personas que se costeaban ellas mismas el doctorado y los materiales necesarios, trabajando gratis. Poco a poco, a través del gran esfuerzo de muchos colectivos, han venido reconociéndose más y más derechos. Pero aún a día de hoy la labor investigadora predoctoral sigue sin igualarse con un trabajo de pleno derecho.

“The rise of neo-liberalism and corresponding adoption of principles of new public management are credited with changing the relationship between higher education and the state, and between the academy and the state. This led to new forms of accountability focused on measurable outcomes, increasingly tied to funding through performance-based funding or performance agreements.“ [17]

El ejemplo que nos trae aquí es especialmente ilustrativo. Después de terminar un grado completo, después de pagar y cursar una formación de post-grado con un máster de especialización e inicio a la investigación, los contratos a los que se acceden siguen considerándose como contratos de formación. Según la ley vigente, lo que da acceso al reconocimiento o no de estos derechos laborales es precisamente su aspecto formativo. Pero, entonces, podríamos preguntarnos, ¿cuándo acaba la formación en una carrera investigadora? Desde luego, una actividad investigadora siempre lleva asociados aspectos formativos. Participar en conferencias, seminarios especializados, colaborar con redes de equipos de investigación, aprender a ser líder de grupo, aprender a gestionar fondos públicos, aprender a dirigir centros de investigación, … todos estos aspectos contienen elementos formativos. Esta no debería ser la excusa para recortar derechos a l+s investigador+s, en cualquiera de sus etapas. También hay casos de personal en etapas más avanzadas postdoctorales que aún siguen siendo contratadas con perfiles formativos. Se malinterpreta una formación que es continua, con un contrato de formación que recorta derechos laborales. Esto sucede principalmente con las personas que inician y consolidan una carrera investigadora. Desgraciadamente no es el único derecho vulnerado. Otro de ellos es la rebaja porcentual del sueldo de un investigador predoctoral respecto a las categorías equivalentes definidas por los convenios colectivos del título con el que se accede al puesto. Esto quiere decir que durante los años de duración de este contrato, las personas que trabajan como investigadores predoctorales ganan porcentualmente menos (hasta un 44% menos según el EPIPF de 2019 [3]) respecto a la cantidad que estipula el convenio que se ajusta a su categoría laboral. Directamente relacionada con la cuantía del sueldo, vienen acompañando otras dificultades generales de los trabajadores. Por ejemplo, no existe una renormalización que dé cuenta de las dificultades intrínsecas del acceso a la vivienda (por ejemplo, la rebaja del sueldo afecta a las posibilidades en la formalización de un alquiler), o incluso sus diferencias geográficas (el precio de los alquileres se diferencia mucho dependiendo del lugar de residencia). Por supuesto, podemos añadir otras dificultades con aspectos vitales y familiares, como la complejidad para compatibilizar una maternidad y paternidad que queden cubiertas por bajas durante el periodo de la tesis y que no recorten la duración de la misma. Recientemente, en el contexto de la COVID-19, también han aparecido nuevas vulnerabilidades, como la falta de prórrogas de contratos que cubran la parada de la actividad por el encierro en la pandemia. Esta comunidad de investigación, junto a los restantes colectivos que forman la investigación no estabilizada (periodo que puede comprender más de 15 o 20 años de la carrera investigadora personal) teje un sector humano y laboral altamente precarizado y vulnerable.

Quizá lo peor sea analizar las razones para que esto siga siendo así. Son muchísimos los colectivos que han venido luchando infatigablemente por visibilizar esta precarización estructural, como por ejemplo la “Federación de Jóvenes Investigadores” (Precarios.org), el colectivo “Ciencia con Futuro”, o más recientemente “FPU Investiga” o “FPI en lucha”, entre muchos otros. Estos colectivos han surgido y se mantienen en actividad porque la precariedad sigue afectando enormemente la carrera de investigación. Una precariedad que ya solo se puede entender como estructural e histórica. No existe un plan orquestado y consensuado entre los distintos poderes políticos para luchar con determinación contra este desequilibrio laboral. Una posible razón que lo explique es el simple ahorro de fondos que supone dejar a todas estas personas sin determinados derechos. Los derechos suponen gastos económicos, y recortar derechos, o no otorgarlos, supone un ahorro de dinero, o simplemente no lo moviliza. Es penoso decirlo, pero en España se compite por ofrecer una investigación de calidad a coste menor, como sucede en muchos otros sectores productivos del estado. Es una estrategia funesta, nada empoderante, que a la larga nos lleva a, por un lado fomentar una auto-devaluación de nuestra cultura, y por otro estar menos preparados para nuestro futuro social. La actual crisis de la pandemia demuestra como una inacción voluntaria sobre el progreso de derechos en el sector, junto al importante recorte en el apoyo de la última década, genera una sociedad con menos recursos y tecnologías para desarrollar una vacuna propia e independiente que permita protegernos del virus [4]. Pero la pandemia por la COVID-19 no plantea el único reto importante e inminente que se presenta en nuestro horizonte como sociedad. No reconocer derechos esenciales a l+s investigador+s, precarizar el sector, tiene importantes consecuencias sobre nuestro futuro colectivo. Nadie en Suecia o Países Bajos, por ejemplo, entendería trabajar investigando sin tener cubiertos todos sus derechos laborales.


Sentencias en los Tribunales, ¿un problema jurídico o falta de cultura sobre los significados de la investigación?

En la sentencia del TS que rechaza la demanda interpuesta por el sindicato CCOO, quizá lo más indignante sea que había una resolución anterior que daba la razón al colectivo de investigador+s predoctorales. Sin embargo, el TS, una institución de ámbito estatal, en lugar de ser ejemplo de consolidación de derechos, ha ejercido como freno legalista. Es también indignante que esta sentencia siga agarrándose al papel formativo de esta etapa investigadora. Una formación que, como decíamos, en tal caso es transversal al ámbito investigador. Esto denota que desde el punto de vista institucional no se entiende la labor de investigación, o simplemente que no hay intención de subsanar una norma jurídica ambivalente, imprecisa y muy mejorable [5]. En cualquier caso se indicaría la importante falta de interés institucional sobre el propio significado y el contexto de la investigación. No tiene sentido que desde la política pública se venga publicitando nuevos planes de choque, o mejoras en los presupuestos, pero a la vez no exista ninguna preocupación concreta y explícita por combatir la importante precariedad que afecta al sector. Son dos tareas irreconciliables entre sí.  Lo que demuestra esta sentencia es que, especialmente desde un tribunal institucional estatal (porque no ha sido así desde el  tribunal correspondiente territorial) y desde el contexto jurídico, sigue sin entenderse, comprenderse y dignificar la labor de la ciencia y la investigación en España. Este es uno de los problemas esenciales. La investigación no queda enmarcada dentro de una prioridad productiva, cultural y educativa nacional.

«Stand Up For Science Protester» by Laurel L. Russwurm is licensed under CC BY 2.0


Echando la mirada atrás. Un problema que viene de largo.

Para ser realistas, el problema es complejo y profundo. Podríamos decir que en España no existe una cultura compartida que ponga en valor la investigación como un trabajo productivo, educativo y creativo central. Aún seguimos llamando a las personas que se dedican a la investigación “becarios”, un término que incluso se usa erróneamente dentro de la propia comunidad de investigación. Al referirnos a investigadores predoctorales hablamos de estudiantes, cuando en realidad son personal que accede a un puesto laboral generando nuevo conocimiento, que además hoy en día se entiende como especialmente sensible y transferible hacia el tejido industrial y empresarial. L+s investigador+s tenemos muy poca conciencia de ser trabajadores. Todo esto quedaría en una simple anécdota si estas etiquetas, como estudiante o becario, no viniesen a su vez acompañadas con una importante reducción de derechos. Por este motivo podemos decir que el problema es estructural e histórico. Es un problema insertado en nuestro estado, con un calado muy complejo y profundo. Sin embargo, desde un marco económico erróneo también se puede entender como una oportunidad de negocio. En España la actividad investigadora se realiza con muchos menos fondos si lo comparamos con los países de nuestro entorno [6], y sin embargo el esfuerzo productivo de nuestra comunidad produce resultados de alto nivel [7]. Dotar de derechos, como decíamos, supone un esfuerzo de inversión más amplio, pero dignifica a la profesión, consolidando una mejora de las condiciones de trabajo, y por tanto produciendo un aumento de la calidad de la investigación. En nuestro país, para seguir ofreciendo una investigación de calidad la comunidad se somete a mayores tensiones y estrés. Esta es una carga que entorpece, ralentiza y paraliza el trabajo de la investigación, con consecuencias muy importantes y negativas en las personas. Si en España la producción en investigación es buena pese al escaso apoyo, la  enorme precariedad estructural y el intenso fenómeno de fuga de cerebros [8], ¿podemos imaginar qué fuerza productiva y cultural podríamos construir al dignificar la profesión de la investigación? 

Sin embargo, para no caer en un pesimismo paralizante, conviene señalar que cada vez más y más el colectivo de investigación se reconoce en su aspecto reivindicativo y organizativo. Son muchísimas las asociaciones, los colectivos o las coordinadoras, que, con un nuevo impulso están tomando acción en la defensa de unas condiciones dignas para sus trabajadores. Este momento de grandes dificultades y recortes también puede significar una oportunidad de esperanza por la gran cantidad de organizaciones que entienden de una forma práctica y creativa que un derecho se conquista bajo una acción de organización colectiva. Recientemente el sindicato CCOO ha solicitado una petición de enmienda a los presupuestos del estado [9] para modificar la ley de la ciencia de 2011, y reconocer el derecho a la indemnización por finalización de contrato de los y las investigadoras en etapas iniciales. Asociaciones como FPU Investiga han liderado una serie de acciones para trasladar esta reivindicación a todos los grupos políticos, con el objetivo de llevarla al parlamento para abrir un debate y proceder a una votación reglamentaria. Son ya varios los grupos parlamentarios que se han reunido con FPU Investiga para mostrar apoyo a esta enmienda. Durante las próximas semanas, antes y durante la votación de los nuevos presupuestos de estado, podríamos ser testigos de la fuerza real que aparece como unión entre distintas fuerzas cívicas, sindicales y plataformas ciudadanas, para aumentar las vías y las demandas democráticas. Esta vez desde la organización de los colectivos por la defensa de los derechos en la investigación.


Investigar en España, suspender con un 9.

“If governments around the world adopt policies that lead to the privatization of tomorrow’s research, the result will be faster increases in wealth inequality, with all that brings. It is in the hands of researchers to advise policymakers and to make a strong argument for balance.” [12]

Por supuesto, hacer ciencia en España parece una actividad más difícil que en muchos otros países de nuestro entorno inmediato, o no tan inmediato. Comparado con otros estados, tenemos que luchar contra una precarización muy acentuada, que afecta fuertemente a nuestros planes de vida y a la conciliación familiar. La precarización potencia la aparición de grandes desigualdades en la carrera investigadora, que también queda marcada por sesgos de género [10], abusos de poder, métodos endogámicos de selección y estabilización del personal, potencia problemas de salud mental [11], o fomenta la marginalización de la investigación en humanidades, entre muchos otros efectos. En este contexto precarizado se advierte una creciente privatización y mercantilización del sector [12]. De esta forma se puede entender que cada vez más serán las personas con alto poder adquisitivo las que podrán permitirse desarrollar una carrera investigadora. No olvidemos que aún a día de hoy, y especialmente en nuestro país, la carrera investigadora puede incluir grandes periodos de incertidumbre económica. La precariedad se retroalimenta con la privatización. La posibilidad de concentrar el desarrollo de la investigación sobre una élite de capital privado, pero también como consecuencia de la externalización y la  personificación de todas las pérdidas forzada por la precariedad, se puede malinterpretar como una oportunidad de negocio, vestido con palabras como “cultura emprendedora”, poniendo en peligro tanto el acceso universal, como a su vez la propia sostenibilidad del sector.

El proceso de estabilización de la carrera investigadora es muy largo en España, siendo muy común estabilizarse por medio de un contrato estable indefinido pasados los 40 años para los hombres, o 45 para las mujeres [13] (46 años de media en el caso del CSIC [14]). La proclamada excelencia investigadora no es una excepción a esta norma. El retraso crónico en la estabilización sucede incluso para ejemplos con perfiles de éxito (dejando para otro debate el propio significado de éxito en este contexto de supervivencia competitiva). Por ejemplo, el programa Ramón y Cajal se pensó para retornar investigadores del extranjero formando un canal de estabilización con cierta accesibilidad, ofertando 800 plazas anuales inicialmente. Estas, sin embargo, vienen reduciéndose hasta alcanzar unas exiguas 175-200 plazas anuales en las últimas convocatorias [14]. La precarización esta vez se materializa con una reducción de más del 75% del presupuesto, que a su vez se traduce como un incremento disparado de la competitividad en el proceso selectivo de los y las candidatas. La tasa de éxito es terriblemente baja, del orden del 7% [15]. Muchas de las veces hay personal cuya solicitud queda desestimada con una nota de evaluación de más de 90/100. Esto equivale a suspender con un 9. Pero este suspenso no solo supone una oportunidad que se cierra. Este programa es una de las principales vías de estabilización del sector de investigación, por lo que la no incorporación al programa puede tener implicaciones directas tanto en el futuro de tu vida profesional y laboral, como en tu vida personal y familiar. En España ya nos hemos acostumbrado a este tipo de “suspensos”. Como consecuencia de la reducción de apoyo y de fondos, l+s investigador+s en España acumulan grandes cantidades de evaluaciones negativas. Teniendo en cuenta además que cada elaboración de proyecto o solicitud de contrato suele suponer una gran cantidad de trabajo y preparación, como también de esfuerzo burocrático. Estamos desechando una enorme cantidad de energía creativa y productiva, lo cual no hace otra cosa que seguir empobreciéndonos y retroalimentando nuestra ceguera cultural sobre el papel transformador que representa la investigación y la cultura.

“The systems in place for defining excellence are not sufficiently open-minded to alternative ways of looking at things”. “Universities are extremely conservative in their selection and typically focus on high-impact papers that their faculty has published, embedding a culture of narrowly defined excellence” [18]

Sabemos que un aliado de la precariedad es la ultra-competitividad y la corrupción. Fácilmente van de la mano. Al reducir las opciones de financiación, al final somos muchos peleando por pocos puestos. Globalmente en los últimos 20 años se ha duplicado el número de personas que acceden a un doctorado, pero las plazas de estabilización son las mismas o incluso los contratos postdoctorales se reducen [16]. Muchas de estas personas que acaban siendo “expulsadas” ofrecen un perfil de investigación de alto valor y con gran experiencia, pero el sistema ultracompetitivo potenciado por la precarización acaba por no dar salida a todos estos importantes recursos humanos. El hecho de entender la evaluación de la investigación bajo las dinámicas de mercado, como una actividad individualizada y competitiva, evaluable mediante rankings de forma periódica [17], al mezclarla con las grandes deficiencias en el apoyo y la formación de una trayectoria estable y sostenible, hace que nuestra actividad priorice la satisfacción periódica de las evaluaciones, más que preocuparnos por tejer un trabajo firme, fuerte, útil y cohesionado con la sociedad. Existe, por tanto, un debate pendiente sobre el propio significado de la “excelencia de investigación” [18]. Aunque este contexto ultracompetitivo está  generalizadamente implantado en el marco internacional, lo que es particular en España es su amplificación por la intensidad de nuestra precariedad estructural. En una actividad que cada vez más se entiende como una carrera de competición interpersonal, en España peleamos más personas por menos recursos. Pero además, como decíamos antes, sin que l+s investigador+s desarrollemos una conciencia de trabajadores plenos, y por tanto sin conocimiento de nuestros derechos laborales. Desde contextos internacionales a este sector viene reconociéndose como “precariado de investigación” [19], un sector que en España lamentablemente se posiciona como vanguardia internacional por su vulnerabilidad.

“Uneasy and insecure, postdoctoral researchers worldwide are experiencing great distress around their career prospects, workload and workplace culture, among other issues”. “For at least 20 years, postdocs have been identified … as part of the research precariat – those who work in positions with little job security, poor compensation and unclear path to a permanent post.” [19]

El origen de esa indefensión también reside en la propia desinformación y falta de cohesión como colectivo. Por ejemplo, se usa frecuentemente la palabra “vocación” para justificar horarios intempestivos, la merma de múltiples derechos laborales, o el padecimiento de estrés y sufrimiento como daños colaterales del trabajo. Su acceso y resistencia, se dice, debe estar motivado por el espíritu vocacional. Resulta curioso cómo esta invocación al espíritu de sacrificio se parece mucho a ese sacrificio político que exige el poder eclesiástico para ganarse el cielo, prácticamente como si se tratase de un tributo personal [11]. Por supuesto que la actividad científica es vocacional, como sucede con otras muchísimas profesiones. Pero clamar a la vocación para tapar agujeros éticos, para esconder recortes de derechos, o sumergir políticas que atacan la vida de las personas no tiene nada que ver con la actividad científica. En cualquier caso la atacaría, nunca la justificaría. Toda la comunidad de investigación, l+s investigador+s, técnic+s de apoyo, gestor+s, comunicador+s, …, junto al apoyo mutuo con el resto de la sociedad civil, merecemos reclamar un trabajo digno bajo la cobertura de esos derechos que han costado tanto conseguir. Unos derechos que no se conquistan, sino que se defienden.

«March for Science» by Matthew Almon Roth is licensed under CC BY-NC 2.0


Investigación y cuidados. Una pareja inseparable. 

En la mayoría de los análisis sociales actuales aparece una palabra clave: cuidados. No sabemos por qué desde hace tanto, tanto tiempo, quizá incluso siglos, se ha separado la obtención de conocimientos del mantenimiento físico y los cuidados necesarios para que ese conocimiento tenga lugar. Supone un hecho bastante extraño, porque, por ejemplo, una persona cansada o enferma no puede producir eficientemente y sin riesgos. Sin embargo, se entiende que una cosa (la producción) no va con la otra (los cuidados). Son palabras que quedan disociadas por las dinámicas de la explotación. El feminismo moderno nos enseña que el cuidado es central en cualquier actividad humana, por supuesto incluida la actividad intelectual e investigadora. Sin cuidados, en este contexto materializados como derechos laborales, la investigación queda al margen de la explotación por intereses individuales o particulares. Una investigación que explota a sus trabajadores se vuelve ineficaz. Por tanto, uno de los criterios válidos para exigir que se tengan en cuenta los cuidados de las personas que trabajan en investigación, aunque no el único ni quizá el más importante, es también la eficacia productiva. Incluir los cuidados dentro del programa de investigación significa hacer mejor ciencia, más cohesionada, con propuestas más transversales y más útiles para la sociedad. Cuidar el aspecto físico, jurídico, laboral, material en la ciencia nos va a hacer crecer como sector, reduciendo los efectos de la precariedad y por tanto potenciando los resultados y fortaleciendo la relación con nuestros contextos.

La merma de derechos, la explotación, amplificadas por fenómenos ultra-competitivos, genera competidores indefensos. El objetivo de la investigación no es ganar, sino analizar y comprender fenómenos para generar nuevo conocimiento. Necesitamos equipos coordinados en todas sus fases, redes humanas de cuidados y de confianza mutua que puedan dar cuenta de la multitud de retos importantes y complejos que enfrentamos. La investigación tiene que ser una de las partes centrales y creativas de una sociedad cohesionada. La investigación llama y acciona la imaginación humana, que junto a otras parcelas del conocimiento y la colaboración con el conjunto de la ciudadanía puede abrir caminos para hacer frente a desafíos como el cambio climático, las pandemias globales, la inserción y cohesión tecnológica en todos los sectores productivos, el propio cambio de paradigma productivo, o la amenaza del significado de la verdad. Una amenaza que pone en peligro a la propia actividad científica y su credibilidad. Escatimar recursos o pensar que en investigación podemos aprovechar la precariedad para explotar el sector es una estrategia equivocada, pero ante todo peligrosa para nuestro futuro colectivo. No lo olvidemos, la ciencia es un valor común del ser humano. Si no nos preocupamos por las condiciones laborales de l+s investigador+s, muy probablemente construyamos una investigación de menor calado social, formado como producto para minorías.

Para que esa defensa de los derechos en la investigación se complete, conviene señalar que la investigación debe abrir sus puertas al conjunto de la ciudadanía. Ese es uno de los grandes papeles de nuestras acciones investigadoras, pero también de la comunicación y la divulgación de la ciencia. Lejos de vetustos compromisos por la popularización y la alfabetización científica unilateral de la sociedad, necesitamos una divulgación que enfoque sus esfuerzos más en compartir los contextos y las incertidumbres propias de nuestro sector, y no tanto ese politizado enfoque vestido de objetividad incuestionable [20] que construye grandes narraciones épicas cargadas de evidencias incontestables. Como advierte Marina Garcés en su último libro «Escuela de aprendices», la locución latina de la ilustración “sapere aude” (traducida como “atrévete a pensar por ti mismo”, “atrévete a saber”) conviene reescribirla para añadirle el complemento “con otros”. [“pensar por uno mismo y con otros nos lleva a afrontar los problemas comunes del propio tiempo” y rompe «la idea intelectualista e individualista del pensamiento como aquello que le corresponde al individuo frente al mundo” [21]. Este cambio de coordenadas en nuestra relación comunicadora nos permite entender, por tanto, que la acción de divulgar y compartir nuestra actividad con la ciudadanía también se traduce como compromiso para hacer mejor ciencia e investigación. Ese es un espacio que se abre para habitarlo con estrategias de comunicación y divulgación de la investigación concretas, creativas e imaginativas.


El equipo de Piratas de la Ciencia.

(*) Agradecemos a José Manuel Pérez y al colectivo de FPU Investiga su colaboración en la revisión de este texto.



Referencias
:

[1] Luis Moreno Martínez. «COVID-19: mirada diacrónica y didáctica de las ciencias». Investigación y Ciencia. 27 de Abril de 2020. Link.

[2]

[3] Boletín Oficial del Estado. Viernes 15 de Marzo de 2019. Núm 64, Sec I, pág 25536. Link.

[4] José Pichel. «Las consecuencias de llegar tarde. ¿Habrá vacuna española a tiempo? Por qué vamos tan lejos de la ‘cabeza de carrera'». El Confidencial. 16 de Noviembre de 2020. Link.

[5] «La precariedad de los investigadores predoctorales: «Somos mano de obra cualificada y barata»». Reportajes Hora 14. Hora 14 Fin de Semana. La Ser. Link.

[6] OECD Data. Gross domestic spending on R&D. Link.

[7] «La producción científica excelente se consolida en España» Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología. 16 de Enero de 2017. Link.

[8] Xavier Pujol Gebellí. «¿Diáspora científica?». Sociedad Española de Bioqímica y Biología Molecular. Link.

[9] «CCOO propone modificar la Ley de Ciencia para reconocer el derecho a indemnización por la finalización de contrato al personal investigador en formación a través de una enmienda en los PGE 2021». Web de CCOO. Link.

[10] Diego García Moreno. «La investigación científica: ¿tierra de hombres?». Ethic, 28 de Marzo de 2015. Link.

[11] Víctor M. Lozano. «El coste mental de la carrera investigadora». El Salto.7 de Octubre de 2019. Link.

[12] Daniel Hook. «From impact to inequality: How post-COVID-19 government policy is privatizing research innovation». Nature Index. 6 de Octubre de 2020. Link.

[13] María Milán. «Cómo convertir (de una vez) a España en un país de ciencia». Ethic, 23 de Diciembre de 2019. Link.

[14] Ciencia con Futuro. «Zombies en el CSIC». 25 de Noviembre de 2015. Link.

[15] Ciencia con Futuro. «La carrera científica en España: un embudo atascado». 9 de Octubre de 2018. Link.

[16] Brendan Maher & Miquel Sureda Anfres. «Young scientists under pressure: what the data show». Nature 538, 444 (2016). Link.

[17] Hazelkorn, E., Gibson, A. «Global science, national research, and the question of university rankings». Palgrave Commun 3, 21 (2017). Link.

[18] Ottoline Leyser. «The excellence question» Science 370, 886 (2020). Link.

[19] Chris Woolston. «Postdoc survey reveals disenchantment with working life» Nature 587, 505 (2020). Link.

[20] Mary T. Bassett. «Tired of science being ignored? Get political». Nature 586, 337 (2020). Link.

[21] Ferran Bono. Presentación del libro «Escuela de aprendices» de Marina Garcés. «Nuestra servidumbre es tal vez la más perversa, porque es voluntaria» EL País. 18 de Noviembre de 2020. Link.