Imaginémonos sentados en “Quieres ser millonario”, a Sobera mirándonos con la
ceja semi arqueada, y en la pantalla la pregunta de los 3.000€: ¿Qué es la prensa del
corazón?
A. Las revistas de cotilleos
B. Las revistas que leen los cardiólogos cuando toman café
C. Una máquina para aplastar vísceras y hacer bonitos pliegos
Ya sabéis, hablo de esas revistas y esos programas que nadie consume pero que,
milagrosamente, dan beneficios millonarios. En ellos los personajes se despojan
del decoro, y de los pantalones y faldas correspondientes si hace falta, y se quedan
desnudos emocional y físicamente para que todo el mundo pueda juzgarles, desde por
su trabajo hasta por su color del tinte.
Pero claro, ya os estoy viendo levantar los brazos escandalizados diciendo: “esto no va
conmigo”, “yo solo veo largos documentales subtitulados en chino”, “ahí solo salen
modelos flacuchas, futbolistas tatuados y tonadilleras con bigote”. Ya, claro, hasta
ahora… Los medios de comunicación y las redes sociales, con sus blogs, sus perfiles,
sus tuits, nos hacen más accesible a todo el mundo, a todos, y los científicos no son una
excepción.
Tras el interesante post de Guillermo de hace unos días sobre el cardiólogo Francisco
Torrent Guasp tuve que hacer una reflexión. A la historia que él me iba contando yo
le iba añadiendo la mía propia, a causa de que fue mi médico hace como mil años.
Al hecho de que yo le considerara un buen profesional y un mejor investigador se le
sumaba una nueva dimensión, la humana.
Y por supuesto que no considero a los científicos como robots, o como simpáticos
hombres de hojalata que cantan y pisan baldosas amarillas buscando un corazón,
simplemente es que cuando conoces a alguien personalmente, como en cualquier
profesión, pasas a considerar más cosas aparte de su trabajo. Por circunstancias de la
vida he tenido a buenos profesionales de la medicina a mi alrededor, el dermatólogo
Terencio de las Aguas, el pediatra Vicente Álvarez y el ginecólogo Vicente Zaragozá,
así que en mi familia las anécdotas y las descripciones acompañarán siempre su labor
como médicos.
Ahora vayamos más allá y veamos el ejemplo de un doctor mediático: Cavadas. En su
primera aparición pública que yo recuerdo alguien que estaba conmigo no se lo tomó
en serio porque llevaba una camisa étnica, cosa que a mi sin embargo me importaba
tanto como que un ministro lleve una corbata del demonio de Tasmania, pero parece
que esa imagen pesaba más que lo que decía. Recientemente es también el centro de
una polémica por unas declaraciones que poco tienen que ver con su labor puramente
de cirujano. Ni si quiera os pongo el enlace, simplemente buscad “declaraciones de
Cavadas” y preparaos para pasarlo bien. Está claro que se ha convertido, además de
médico, en un personaje público, así que su imagen, sus palabras y en definitiva, su
vida personal, están de vez en cuando en boca de todos. La pregunta que me hago es
tajante: tras el aluvión de críticas por lo que dice o deja de decir, ¿puede la gente llegar
a considerarle “peor médico”?
Incluso es algo que sucedería con cualquier científico si se convierte en un fenómeno
mediático. Lo cual no tiene porqué perjudicar siempre, quizá los más optimistas crean
que es favorecedora esa nueva faceta de la ciencia, ciencia en los medios y ahora
también científicos y divulgadores en los medios. Pero quizá los más escépticos crean
que ese no es su lugar, es decir, que a Punset no le ha sentado bien anunciar pan de
molde.
Cualquier buen adolescente tiene una camiseta de Einstein sacando la lengua. ¿Puede
convertirse la ciencia en algo que “venda” solo en sí misma? ¿O sería frivolizar
las cosas? ¿Podría o debería un científico sacar beneficio de su imagen pública?
¿Favorecerla? ¿Cuidarla? Que lo entrevistara Buenafuente, por ejemplo, podría ser un
modo de darse a conocer. Pero claro, ¿y si a la gente le parece antipático? ¿O que es
un hortera? ¿Y si la neuróloga de turno cuenta chistes malos? ¿O el astrónomo siente
debilidad por los tacones de piel de serpiente y los bolsos fosforito? Todos esos datos
aparentemente superficiales, ¿pueden afectar a su imagen y como consecuencia a su
trabajo? Porque al final la conclusión es triste pero cierta, todos pensamos lo mismo: si
alguien está en su casa que sea como quiera, pero si sale en la tele quiero que me caiga
bien. Así pues, ¿está preparada la ciencia para exponerse y desfilar por la alfombra roja?
8 comentarios
Javier dice:
16 jun 2012
Molt bo i molt engrescador, Eva. Però, si ho entés bé, no acabe d’estar d’acord en part del missatge que pot hi haure al darrere. Està clar que no per portar una camisa ètnica, traure la llengua o anunciar pan bimbo (amb tots les precisions que ja s’han fet sobre el Punset) hom baixa de categoria com a científic o com a metge. Pero tampoc per ser bon científic o bon metge ha de tindre més credibilitat quan expresa les seues opinions i prejudicis sobre el primer que se li ve al cap. Si se és tòfol, per més bon metge o profesional que siga, segueix sent un tòfol. Salut.
Guillermo Muñoz Matutano dice:
16 jun 2012
Javier, si, es verdad. Pero estuvimos discutiendo que parece que esas cosas son más «perdonables» en otros ambientes.
Por ejemplo, a un artista se le deja ser egocéntrico, exótico, excéntrico, …, y esto, más que afectar a su percepción de artista, se la potencia. Pero a un científico se le debe asociar con lo serio. Desde mi punto de vista tiene que ver con eso que te estuve contando sobre Marina del concepto de «ingenio». ¿Con qué relacionamos la palabra «ingenio»?. Que cada uno piense algo.
Lo que viene a decir Marina es que pocas veces lo relacionamos con la ciencia, en el sentido de trasladarlo a algo «serio». O al revés, des-serietizar (existe esta palabra??) a la ciencia. El ingenio, parece que es el genio menor. Ser ingenioso, no parece que sea equivalente a ser genial. Sin embargo, ese ingenio es muy necesario en el proceso científico.
Creo que en el arte pasa algo parecido, pero justo al revés. Para ser artista tienes que estar un poco loco, ser chistoso y tener don de gentes, y ya de paso hacerte un par de rayas de coca de vez en cuando. Sino no eres un artista serio. Pero en el fondo es exactamente lo mismo. Una cerrazón sobre un modelo de identidad, y por tanto de trabajo, basado en lo que debe ser profundo, o sea, lo serio.
Como siempre, me encanta buscar ejemplos dentro de nuestra cultura. Y en este caso, más cerca imposible. Berlanga es el ejemplo perfecto de ingenio y genio, de mezcla de lo absurdo, de la comedia, con la profundidad y el esfuerzo más absoluto.
Creo que una de las diferencias entre cultura artística, humanística y científica es que en la cultura científica el papel de la seducción (todo tipo de seducción) parece que es menos explícita. En principio, un artista siempre está seduciendo. Desde la típica seducción hombre-mujer (ampliable hombre-hombre, mujer-mujer), a la seducción sensorial, a la seducción conceptual. Estoy convencido que en ciencia se seduce también, pero quizá es un proceso menos iluminado, menos consciente, menos aceptado. Quizá, volviendo al tema de Eva, un proceso más apartado, por superficial, o poco serio ¡¡. Pero es humano, y como humano tiene un papel fundamental. Quizá por algo asi se podría decir, erróneamente, que la ciencia es poco humana.
Os pongo una frase de un verdadero monstruo, monstruo como personaje del horror. Una persona sin ingenio, sin capacidad de hacer reir a la vez que pensar, y sin ninguna capacidad de seducir, en el sentido empático (quizá si en el horripilante y manipulativo).
«El fascismo, que es el sanador de España, sabrá como exterminarlas (hablando de los nacionalismos catalán y vascos), cortando en la carne viva, como un decidido cirujano libre de falsos sentimentalismos.»
Javier dice:
16 jun 2012
Muy de acuerdo, Guillermo. La base es el ingenio, la creatividad, pero el producto es totalmente distinto. En el caso del científico es el conocimiento, basado en una total o parcial correspondencia con la realidad. Y, de ahí, hablamos de «verdad». En el mundo del arte no hay verdad ni mentira en ese sentido. Las meninas sean falsas o verdaderas lo son en relación al autor que las creó, no a la realidad que recrean. Quizá a una realidad interna, emocional, expresiva, también. El Quijote es falso, no tiene referente real. Pero eso no importa. El arte forma parte de la cultura, como la ciencia, o como el deporte, pero no por ello tiene cometidos ni funciones similares. El Arte no nos dice cómo es la realidad física y social. La ciencia sí, y parece que por esto, lo primero que dicen algunos científicos sobre asuntos de la realidad –normalmente social-, y que desconocen, parecen dotadas de un aura de certeza especial.
El intelectual de letras se tiene que ganar esta reputación para opinar sobre asuntos que no son de su competencia. También él puede decir cosas con sentido y racionalidad, perfectamente. Como puede decirlas un intelectual de ciencias. La cuestión es que aquí, alguien, que en realidad es un técnico, y sin embargo, aparece revestido con el aura de la ciencia, se cree en una posición especial para hacer pasar opiniones totalmente personales, subjetivas y sesgadas como verdades absolutas. Lo que dijo Cavadas lo dice mucha gente, y cosas peores, pero no se les da cobertura mediática. Estamos simplemente ante un argumento falaz. Algo, X, debe ser verdad porque fulanito es una autoridad o estrella en Y. Es la falacia ad verecumdiam. La veracidad de una afirmación tiene que ver con su relación con las cosas, no con las personas que las pronuncian. Que la ciencia sea el ámbito de las verdades esotéricas (no cofundir con el esoterismo, que no dice ni una verdad), parece que cuando se traslada a lo exotérico y asuntos del orden común, a quien estamos habituados a oir pronunciar verdades del primer tipo, tengan la misma autoridad.
Guillermo Muñoz Matutano dice:
16 jun 2012
Es verdad que la ciencia trata con el conocimiento, que se puede relacionar con esa «verdad». Y es «verdad» que a las meninas no se les puede decir que sean falsas o ciertas. Sin embargo, si que se les puede decir que son reales, como objeto.
El arte, sin objeto, no sea nada. Para los que quieran matizar podrian hablar de la música, o de la literatura. Pero tampoco, porque, la música sin instrumento no existe, aunque sean nuestras propias gargantas. Y la literatura sin tinta y papel, no es literatura, es pensamiento. En el peor de los casos podemos hablar de cultura oral, pero para eso necesitamos la memoria, alojada en las mentes de las personas, y, otra vez, nuestras gargantas y oídos, para transportar y difundir los cuentos. O sea, sin mundo objectual, sin mundo real, no hay arte. Aunque esto sea una chorrada impresionante (sin mundo objetual no hay nada), tiene consecuencias:
1) El arte, como elemento hacedor, transporta la cultura del momento. O sea, se puede estudiar la realidad del momento a través del arte. No sé si se puede decir que las meninas son verdad o mentira, pero, a través de estudios históricos, como se hace en historia del arte, se puede llegar a la «verdad» que esconde el arte. Hay un libro, que creo que se llama «el espejo del tiempo» que es el ejemplo perfecto. Es la historia de España relatada por un historiador y un historiador del arte, en paralelo. Los distintos capítulos se centrar en las distintas épocas de la historia de España, dividiendo cada capítulo en dos, con un ensayo del historiador, y el ensayo de un historiador del arte sobre un cuadro de la época. Es interesante ver como la investigación científica aporta unas cosas y la investigación científica que mira al arte complementa esa aportación. Lo mismo pasa con el Quijote. El Quijote es falso, en el sentido de que nunca existió. Sin embargo, el es una fuente inagotable de datos sobre lo que es España, lo que fue una época, pudiendo llegar a los ojos de cervantes, que si existió, y que nos está narrando lo que, a través de la ensoñación del arte, sabía y conocía. O sea, es evidente que el objeto de estudio de la ciencia sea el conocimiento, encontrar esa «verdad», aunque no exista. Pero el arte, por ejemplo, es otra fuente inagotable de conocimiento.
2) Por otra parte, el arte como elemento objectual se relaciona con lo real directamente, a través de la tecnología. No hay arte sin tecnología, porque no hay arte sin control del mundo objectual, aunque esa tecnología la podamos asociar al mundo natural, o incluso a la evolución genética. En cualquier caso, el arte es un motor tecnológico, porque necesita controlar el mundo objectual, y en ese control modifica la tecnología, devolviendo otras formas de control. Que es lo mismo que decir otras formas de relacionar objeto y realidad. Osea, otras formas de «verdad», u otras formas de conocer.
Por tanto, ya sea por medio de la vertiente tecnológica, o de la histórica-freudiana, se puede llegar a las verdades y a conocer mediante una experiencia artística. Eso sí, una experiencia distinta a la científica, pero probablemente compatibles y comunicables.
Javier dice:
16 jun 2012
The last but no the least. Recapitulando, que si no me pierdo. El tema del debate creo que venía a cuento de si era por qué la palabra o la opinión de una determinada persona tiene más crédito que la de otra (+ o -). La respuesta puede ser que ello se debe a su reputación social o prestigio (es decir, lo que en el argot se llama “capital simbólico”. Un poco ininteligible, pero fácil de entender: esto es, que hacemos caso-creemos-confiamos en que lo que dice no por sus conocimientos, ni por sus dineros ni si quiera por el poder; donde entra eso de “usted no sabe quien soy yo” que el otro día empleó una inspectora de educación de la Barbaritat Valenciana contra unos profesores del Instituto de Foios que protestaban contra los recortes, a ver si los disuadía de protestar. (Se ve que molesta esto de protestar porque se lo tomó con excesivo celo).
Bueno sigo. Pongamos el ejemplo de Arguiñano o el de Belén Esteban o el de la Pantoja o de la de Saramago, o del Roig, el de Mercadona, por decir algunos que se me ocurren. Roig sentando Cátedra sobre la crisis y política macroecnómica o, igual, a Arguiñando, opinando sobre política y rescates, Saramago (a quien se le echa de menos en este sarao que nos han montao) sobre tantas cosas y a la Belén Esteban o la Pantoja no las sigo, pero supongo que habrán opinado sobre algún tema de opinión pública: los funcionarios, por ejemplo.
¿De dónde viene esa credibilidad especial, pues? La respuesta es variable. Por saber mucho del tema, por ejemplo, por ser un catedrático de universidad (aquí hago uso un poco de la falacia al vecundiam, pero justificadamente, no es por ser catedrático, sino que ha llegado ahí estudiando a la función pública) de ciencia política que ha hecho su investigación sobre la función pública. Otra razón, por ser mediático, es decir, por tener presencia en los medios de comunicación. Un ejemplo, el yoyas en Salvados. Otra. Por su trayectoria de decir las cosas amb molt de trellat. EL caso de Saramago. Y parece, es mi opinión, que por ser científico. Reunión en Valencia de 22 premios Nobel para entregar los premios Jaume I de la Barbaritat Valenciana que opinan sobre la realidad social. ¿Por qué darle cobertura en la prensa a lo que dicen y no a los colegas de mi padre, cuando están en el bar o a los del bar de la esquina de enfrente de mi casa?.
Ese premio Nobel que opina sobre la situación social puede opinar porque aparte de lo suyo sabe de otras cosas y mucho, que en muchos casos será así. Pero puede opinar porque esta acostumbrado a opinar. Simplemente sabe mucho de lo suyo, que es a lo que se ha dedicado por entero y por lo que le han concedido el premio Nobel, pero de lo demás sabe tanto como yo, mi padre, o los del bar de bajo de mi casa.
Si tomamos a los médicos (que esto iba de médicos, que es la profesión más valorada por la opinión pública española, por delante de los científicos), lo dicho por Cavadas sobre las enfermeras o los funcionarios no debería merecer mayor credibilidad que lo que algunos de mis alumnos opinan sobre los negros, moros, judíos o los de Amanecer Dorado sobre las mujeres y los inmigrantes. Y sin embargo, dicho por alguien con tanto prestigio, personal por ser quien es y profesional, por ser médicos parece que tiene que ser verdad o alguna razón debe de tener. Sencillamente, creo que no.
¿Por qué, pues, lo dicho por determinados profesionales está más allá de toda duda o al menos no lo cuestionamos como si lo dijera el electricista que toma cervezas en el bar de bajo de casa? ¿En realidad es lo mismo? No, exactamente. Cavadas trabaja en un Hospital y suponemos que sabe lo que pasa en ellos. O no. Hasta ahora no hay ningún estudio científico que muestre que la gestión privada de los hospitales es más eficiente que la gestión pública. Y si lo hay, alguien se ha apresurado a guardarlo en algún cajón, porque debe negarlo. En el mundo que más conozco, la enseñanza, el contacto directo con la realidad no elimina los prejucios. Mis compañeros están llenos de prejuicios sobre los alumnos, su origen, su clase social, su rendimiento, sus expectativas. Todo el mundo los tiene y los emite continuamente, e intenta sentar cátedra. Pero creo que conviene distinguir las afirmaciones subjetivas no comprobadas de las afirmaciones subjetivas comprobadas, es decir, respaldadas por la realidad.
Y llegamos a la cuestión de la discusión: la realidad y el arte. Cuestión compleja y poliédrica, rica y sustancial. Yo pienso que la ciencia tiene una función fundamentalmente cognitiva, y que quien se embarca en ella lo que busca es aportar nuevo conocimiento sobre la realidad, y que por ello es valorado. Y no pienso que esto sea una función del arte. Que el arte es producto de la realidad social es verdad (sí, pero todo lo producido por el ser humano lo es). Que el arte es un reflejo de la realidad (sí, pero qué no lo es). También lo son los Moros y cristianos o el Guernika, pero el Guernika no es valorado por reflejar el horror del bombardeo masivo de una población, algo que está pasado en Siria actualmente, por ejemplo. Tanto los moros y cristianos, como el humor (Gila era un excelente humorista y un mejor analista de la realidad social. Por cierto, a Xavi Castillo, otro gran analista de nuestra realidad social más próxima, la alcaldesa de Oliva no lo quiere dejar hacer el pregón de las fiestas de Moros y Cristianos de este año. Xé, això ho hem de veriuar), el Misteri d’Elx, los alardes vascos, como el Guernika o las Meninas o el Quijote o el Lazarillo nos dan datos sobre la realidad. Y están conectados con la tecnología. Pero también lo está la basura que generamos. Por ejemplo, una tendencia es estudiar las pautas de consumo a partir de la basura que generan las familias, una especie de arqueología contemporánea. O alguien que pretende estudiar la sociedad medieval estudiando el Poema del Mio Cid. En realidad todo lo está. La realidad no está aislada en compartimentos estancos, pero ni la función ni la lógica de todo ello es generar conocimiento. ¿Lo generan? Sí, pero ya no estamos en el terreno del Arte, sino de la ciencia. Antes lo hacía la religión, que fue desplazada de su función por falta de poder probar sus afirmaciones. Un enterramiento paleolítico puede ser estudiado científicamente, pero no veo que ni la sociedad ni los enterradores quisieran hacer ciencia con ello. Ni seguramente arte. Y lo podemos estudiar desde el punto de vista estético. Que luego lo podamos utilizar científicamente, y los científicos, para generar conocimiento sobre la realidad de que trata, convirtiéndolos en un suministro de datos empíricos es una cosa distinta, que no altera la naturaleza del objeto inicial: un objeto artístico (que como objeto material que es, es físico-químico. Pregunta de lego: ¿hay algo que no lo sea? La nada. El vacío. Los pensamientos. O sí. Hasta estos tienen una base físico-química). Ni el anónimo autor del Mio Cid, ni Picasso ni Velázquez tenían pretensiones de incrementar el acervo de conocimiento científico de su cultura sobre la realidad. No eran científicos y no pasa nada por decir esto. Parece como si todos tuvieran que ser científicos. Esto no significa que el Arte sea menos que la ciencia. Simplemente que no es ciencia. Es como decir, no son economía no son gastronomía no son vacaciones o no son un paraguas, salvo que queramos retorcer mucho el significado de las palabras.
La ciencia tiene una función cognitiva o epistémica que no tienen las artes (lo cual debe separarse de que la ciencia pueda utilizar objetos artísticos para probar algunas cosas sobre algo). Por eso es más fácil sentar cátedra de cualquier cosa siendo científico que siendo artista o cocinero o tertuliano de televisión. Se trata de un mecanismo de transferencia metonímica. El contacto o práctica de la actividad X confiere al individuo Y una propiedad especial respecto de todo lo demás. Pero lo importante ¿ es lo que diga o quien lo diga? ¿Lo primero?, ¿lo segundo? Que sí que no, que a la parrala le gusta el vino.
Yo creo que la respuesta es sencilla. El fundamento empírico-racional que tenga lo que dice. O dicho de otro modo la base científica. Y en eso el arte no entra porque su función no es aportar conocimiento verificable sobre el mundo. Y a los artistas no se les valora por ello, sino por su capacidad de expresar emociones, sentimientos, belleza, fealdad. En parte todo refleja la realidad en la que vivimos porque forma parte de la realidad que vivimos, pero no concluiría de ahí que es equiparable a la ciencia. Creo que cada ámbito tiene su faceta, su lógica y sus reglas y no las mezclaría.
Guillermo Muñoz Matutano dice:
16 jun 2012
Yo no estoy tan seguro de esa barrera epistémica entre ciencia y arte. ¿Por qué un artista decide hacer arte, sino es por conocer?. A parte de las razones “prácticas”, que se aplican de forma exactamente igual en ciencia y en humanidades, como puede ser “ego”, “reputación”, “fama”, … , el artista necesita expresarse. Lo necesita como una razón vital. Pero, ¿por qué va a necesitar un artista expresarse, sino es por, precisamente, conocer?. Desde mi punto de vista creo que hay artistas que se enfrentan a situaciones para experimentar emociones, tensiones, … , pero ese enfrentamiento es un desafío cognitivo. También creo que se puede expresar como una sublimación. Hay artistas que los miedos, las tensiones o las angustias, o las felicidades, pueden sublimarlas creativamente en forma de su arte. El arte se manifiesta como un canal de traducción de su mundo interior. Pero, este proceso solo tiene sentido si el artista desea entrar en el desafío de encontrar ese mundo interior, y, a través del arte, sacarlo, para verlo, para entenderlo, para compartirlo con los demás. Lo más justo sería pensar que hay muchos tipos de artistas. Hay artistas que no se alimentan de su mundo interior, sino todo lo contrario, del mundo exterior. Como, por ejemplo, un fotógrafo. El fotógrafo, sin la realidad, no es artista. Este captura realidades para traducirlas a ficciones. Pero, incluso en ese proceso, hay un afán por conocer. Yo diría aun más, un arte que no te permite conocer, para mí no es arte. Pero claro, hay que definir qué significa conocer. ¿Por qué nos íbamos a emocionar al ver una película, sino es precisamente por qué re-conocemos patrones, expresiones, actitudes, sentimientos, …? . El arte nos permite acercarnos a las cosas con cierta distancia, por ejemplo el horror de una guerra, o la aventura de viajar, o de enamorarse, por lo que nos podemos enfrentar a ciertos pensamientos con una distancia distinta. La “ficción” nos permite acercarnos a la “realidad”, pensarla, meditarla, etc, etc. Incluso formarnos una idea falsa de lo que es la realidad, pero, desde luego, nos permite pensarla. No podría decir, pensado todo esto, y algunas cosas más, que el arte no tenga una componente epistémica, o al menos, cognitiva.
Estoy completamente de acuerdo en que no hay nada malo en diferenciar arte, ciencia, humanidades, etc, etc, como tampoco hay nada malo en no diferenciarlas. O lo podría decir justo al contrario, hay algo malo en ambas opciones. Y más que liar la madeja, lo que quiero decir es que el decir que arte y ciencia son cosas distintas, o son cosas parecidas, el decir que son parcelas que pueden cohabitar, o son parcelas disjuntas, más que un sentido estrictamente conceptual, que puede ser tomado como cierto o falso, en mi opinión tiene un sentido político o social. Más que bueno o malo, explícitamente, lo que configuran son relaciones políticas de sociedad, y eso es lo que se puede valorar como bueno o malo. A nivel histórico, arte y ciencia han estado muy juntas muchas veces, pero también muy separadas. Por tanto, parece que sea más bien una cuestión cultural y política, que una cuestión estructural.
¿El conocimiento de la realidad queda determinado unívocamente por la ciencia?, en principio, no lo sé. Lo que sí que sé es que pensar esto o lo otro va a generar unos patrones epistémico-sociales muy determinados, y esos patrones sociales sí que pueden ser buenos o malos. Esto puede parecer medio justificación: “como no quiero un patrón social determinado, niego el vinculo cerrado ciencia-realidad”, pero a esa pregunta me he contestado con un “no lo sé”, lo cual cierra la puerta a la auto-justificación.
Desde el otro punto de vista. ¿Podría aceptar que arte, ciencia, humanidades, son parcelas con rasgos propios que me permiten conocer la realidad con distintos ojos, y, por tanto, la multiplicidad de la realidad?, o lo que es lo mismo, la realidad que se muestra como suma de realidades. La verdad es que tengo muchos datos para contestar con un “Sí”, a parte de que tenga ganas de hacerlo. Datos históricos, como el hecho de pensar que la realidad no comenzó en el siglo XVII, momento en el cual la ciencia, tal cual hoy la conocemos, se fraguaba. O el pensar que en otros momentos históricos, arte y ciencia no se distinguían tanto. También datos étnicos, como pensar que las personas que en nunca en su vida han oído hablar de ciencia, son igualmente reales (ojo, aquí podemos confundirnos con la idea de que pensemos algo asi como “Bueno, pero, es que aunque no lo sepan, ellos conocen por medio de un método que podría decirse ciencia, o casi ciencia”, pero entonces quizá nosotros tengamos también que aceptar que saliese de sus bocas algo así como “Bueno, pero, es que ellos (en referencia a nosotros), aunque no lo sepan, o no lo quieran saber, ellos conocer con un método que podría decirse mítico o místico”. Si usamos la lógica, si una de esas frases es cierta, la otra también. Decir lo contrario (solo una de esas frases es cierta) supone que la verdad tiene una connotación social (solo la “verdad” de una cultura es real), y eso supone asociar la realidad a la cultura, y como la cultura es un producto humano, equivale a decir que la realidad es un producto humano. Creo que es poco científico decir esto. También podrían superarse añadiendo paternalismo: hay culturas menos evolucionadas que no tienen NADA que enseñarme. Lo cual me parece, más que falso, peligroso. Por todo esto, y más cosas, creo que aceptar arte, ciencia, humanidades, tecnología, como parcelas distintas pero comunicables para entender y conocer la realidad, me parece una opción sensata.
Y aquí ya acabo, por fin. He dicho “sensata” para volver al contexto político, y por ende moral. Una sociedad que puede entender verdades, en plural, y no verdad, en singular, quizá sea una sociedad más plácida y relajada. Quizá también una sociedad con más capacidad de entenderse, y por tanto comunicativa y cohesionada, y por tanto eficiente y creativa, y quien sabe si incluso feliz. Pero, hay que rizar un poco más el rizo, porque incluso la defensa de la multiplicidad de la verdad, se puede volver como la defensa de un único y aislado concepto: la multiplicidad de la verdad/realidad. Esta multiplicidad tiene que poder convivir con la idea de que solo existe una sola verdad. Simplemente por coherencia. Y esto es una paradoja de la lógica. Por tanto, la única forma de resolverlo es, simplemente, olvidándose de la lógica: aceptándolo. Un trato de civilización, librándonos de usar la razón para argumentarlo. Es algo así como el juego de la democracia de Atenas. Tu gobiernas por que los dados lo dicen. Pero, el problema de esto, es que para que el trato funcione, hay que ser civilizado. Pero, claro, si ponemos como punto “cero” que las sociedades están constituidas por ciudadanos civilizados, quizá es poner el listo demasiado alto. Aunque creo que se puede matizar esto un poco más.
Javier dice:
17 jun 2012
El hecho de que el Arte sea conocimiento no lo veo una idea falsa, pero sí una idea ambigua e indefinida; difícil de concretar en su efecto cognitivo. Podríamos transformarla en una afirmación algo más aceptable, que viene a decir lo mismo: el arte es una representación simbólica de la realidad. De hecho el ideal de mímesis, copia de la realidad, ha jugado un papel muy importante en la historia del arte durante siglos. Pero de nuevo sus efectos suelen ser problemáticos. Que el arte pueda ser una actividad de conocimiento es, para mí una manera de hablar. No creo que sea esa la función. No creo que la mayoría de los actores involucrados, artistas, críticos y espectadores crean en ello más allá de una creencia difusa, como uno cree en los espíritus. La razón es que no podemos llegar a un acuerdo intersubjetivo de qué es ese conocimiento que cualquier obra de arte transmite sobre la realidad natural y social. El significado será personal y no hay procedimiento operativo para llegar a él. Cada espectador, cada artista entenderán ese contenido cognitivo sobre la realidad que pretende representar (si es que o pretende). Este hecho es lo que me lleva a pensar que no es un método de conocimieto de la realidad ni válido ni fiable. Porque en realidad no pretende serlo. Porque el arte es el arte y la ciencia es la ciencia. A dios lo que es de dios y al césar lo que es el del césar. En la ciencia, al contrario, hay unos procedimientos para evaluar las descripciones, explicaciones y predicciones sobre la realidad social y natural: el conocimiento. En este sentido pienso que decir que el arte es conocimieto de la realidad no es más que una manera de hablar. Salut.
Guillermo Muñoz Matutano dice:
18 jun 2012
Hola Javier,
Sigo sin estar completamente de acuerdo. Creo que la diferencia epistemica que explicas está relacionada con el método, el método de conocer. El método configura externamente, pero como externo es una creación cultural, por tanto, ¿por qué suponerle máyor grado de realidad?. Además de cultural, ese método es una construcción histórica. Como sabemos hay estudios antropologicos y sociales sobre el metodo científico.
Por otra parte, en el proceso final de conocer siempre nos encontramos con los sentidos. La vista, el oido, el tacto y el gusto generan todos impulsos eléctricos, y es el cerebro quien los interpreta. Osea, que podemos «imaginar» al cerebro como un «pintor» de la realidad. La realidad está ahi, pero nosotros la interpretamos en un proceso que quizá sea más estético de lo que podriamos suponer. El fenómeno de ver con nuestros ojos quizá sea, en un sentido, más poético de lo que podriamos pensar. Hay artistas que se han hecho implantes tecnológicos en su cuerpo para, precisamente, cambiar esa forma natural de recibir impresiones por los sentidos. De esa forma acceden a una nueva realidad. También hay artistas que, con las nuevas tecnologias, acceden a una representación de realidades intangibles por medio de una nueva adaptación a nuestros sentidos. Por ejemplo, hay artistas que, por medio de tecnologias de realidad aumentada nos permiten visualizar con el tacto o con el sonido espacios que no podemos percibir. Eso significa abrir la puerta a realidades distintas. El trabajo del artista puede ayudar mucho en esa etapa que significa conocer, que es una etapa más temprana a la del metodo. Quizá es una etapa menos «hablable», en el sentido witgensteniano, pero es una etapa epistémica, desde mi punto de vista.
En este documental hay unos cuantos ejemplos.
http://www.rtve.es/alacarta/videos/documentos-tv/documentos-tv-ciborgs-muy-humanos-avance/1433164/
O este es un caso del artista Neil Harbisson (sale en el documental de antes) con un implante cloquear:
http://es.wikipedia.org/wiki/Neil_Harbisson