«The greatest enemy of knowledge is not ignorance, it is the illusion of knowledge» (Fuente)
–Stephen Hawking
Seguimos escalando niveles. Hemos visto que la cultura general, a través de la música o del cine puede darnos algunas respuestas sobre las diferencias entre artificialidad y naturaleza. Hoy vamos a ser un poco más específicos para preguntarnos: Pero ¿podríamos tratar la dualidad natural/artificial desde un contexto más particularmente científico? Respondo sin ambigüedades, al estilo Barack Obama: Sí, podemos. Efectivamente, podemos hablar exactamente de lo mismo, pero usando otro imaginario. Desde el punto de vista de la ciencia, una de las respuestas a esa pregunta de – ¿Qué es lo natural? -, podría ser: – Lo natural, la naturaleza, es todo aquello que queda contenido en el universo – . La siguiente imagen podría ser una respuesta gráfica equivalente:
Desde este punto de vista “prácticamente” no queda espacio para lo artificial. La duda se esfumaría. Todo se convertiría en natural. Lo artificial quedaría relegado al espacio externo del propio universo, pero ese espacio es inimaginable. Es una contradicción que choca frontalmente con la propia esencia de “ser”. Todo lo que “es”, lo “es” dentro del universo. Por tanto, lo que queda fuera, por lógica básica, simplemente no “es”. Podemos decirlo de otra forma: lo artificial es pues una invención, una ficción … Pero, en los niveles anteriores decíamos que las ficciones afectan a las realidades. Las ficciones actúan como gestoras de realidad. Sin entrar en debates platónicos, esas ficciones, o ideas, podemos entenderlas desde su propia “visualidad”. La propia imagen del universo que he rescatado desde google, es una ficción, en cuánto es una representación de lo que pretende imitar. No es ficción su soporte, ni sus colores, (o quizá sí). Su ficción debe ser todo aquello que no es material y que está contenido en la imagen. Quizá lo artificial sea aquello que precisamente podemos conocer. Este debate supera mis conocimientos, y las pretensiones de esta serie de micro-textos, pero esas ficciones que usamos, como si fuesen mapas, las usamos para comprender la realidad. Sea lo que sea la realidad. Una característica interesante es que esos “mapas”, esas ficciones, no son unívocas. No existe un único mapa que cartografíe la realidad. Cada mapa, por ser una interpretación particular de la propia realidad, ofrece un punto de vista específico. Por decirlo de otra forma: cada “mapa” necesita un origen de coordenadas. Pero no me refiero a unas coordenadas cartesianas espaciales, sino unas coordenadas conceptuales. Necesita un ADN propio que ofrezca una estructura particular. Una “forma” que, cómo código genético base permita vislumbrar distintos rincones de la realidad. Una ficción que actúa como linterna para ver lo real.
Los siguientes videos ofrecen una cartografía particular del universo, o parte de el, que, desde la propia definición que he usado en este post, sería una cartografía de lo que podemos entender por naturaleza.