Hace unos días fui al cine a ver la película ‘The imitation game’ sobre la vida del matemático Alan Turing. Siempre me ha inquietado la informática, la computación, hasta el punto de que ya bien entrada mi edad laboral decidí cursar una carrera técnica vinculada a la informática. La película me dio cuerda para reflexionar sobre algunos aspectos que se relataban allí.
Una de las dudas que se me planteaban es si Turing había construido realmente un computador, puesto que en todos los manuales de Informática siempre se hace referencia al ENIAC, construido en 1946 por Eckert y Mauchly en la Universidad de Pensilvania, como el primer computador electrónico de propósito general de la historia del hardware.
La máquina que construye Turing en la película no es un computador de propósito general, sino una máquina destinada solamente a descifrar códigos, que estaba inspirada en otra máquina polaca, la Bombe. El primer diseño de Turing de una Bombe mejorada fue montado en 1940 y se llamó Victoria. Sin embargo, en la película le dan el nombre de Christopher. Seguramente con este cambio acentúan la carga poética, porque Christopher es el nombre del amigo íntimo de la infancia de Turing, pero a mí ese cambio de nombre me parece un error porque le aporta al personaje un extra de carga emocional, y bastante perturbados sacan siempre en el cine a los científicos.
Otra licencia que utilizan en la película es llamar a los miembros del equipo de Turing ‘resolvedores de crucigramas’ cuando eran criptoanalistas de primera fila. Me parece que eso da una impresión falsa del tipo de trabajo que hacían, porque el público puede verlo como una cuestión de entretenimiento, cuando son cosas muy complejas.
Con estas dudas me dispuse a buscar información sobre los primeros ordenadores. Hacia 1943 se estaba construyendo un computador que utilizaba válvulas electrónicas, por el ingeniero Tommy Flowers sobre una idea inicial del matemático Max Newman, a los que el propio Turing puso en contacto. Blenchley Park no apoyó inicialmente el proyecto, hasta que la máquina fue montada y la vieron en funcionamiento. Fue el Colossus, terminado de construir en enero de 1944, que consiguió descifrar todos los mensajes alemanes cifrados con Lorenz SZ 40/42, también conocida como Tunny, un cifrado mucho más complejo que el de Enigma.
Es curioso saber que los diez ejemplares que había de Colossus desaparecieron. Ocho fueron destruidos y sus planos quemados por orden de Churchill una vez acabada la guerra. Los otros dos se desmantelaron allá por los años 50 y 60. Por razones militares y políticas hubo un secretismo total sobre las actividades y logros del contracifrado. La información sobre la existencia de la máquina fue vetada durante muchas décadas. En junio de 2000 el gobierno británico desclasificó por fin la información. Ese secretismo hizo que el Colossus no se incluyera en la historia del hardware durante mucho tiempo. Y no solo eso, sino que no se conociera el importantísimo papel que estas máquinas hicieron, cambiando el curso de la guerra y evitando una pérdida mucho mayor de vidas humanas.
Como he dicho antes, el ENIAC de Eckert y Mauchly fue presentada al público en 1946, como la primera máquina computadora electrónica. Una cosa interesante del ENIAC es que estaba programado por un equipo de seis mujeres: Betty Snyder Holberton, Jean Jennings Bartik, Kathleen McNulty Mauchly Antonelli, Marlyn Wescoff Meltzer, Ruth Lichterman Teitelbaum y Frances Bilas Spence. Ellas no pasaron a la historia, como sí lo hicieron los ingenieros que habían construido la máquina. Hasta los años 80 se decía que esas mujeres que aparecían en las fotos junto a la máquina eran “Refrigerators ladies”. Sin embargo, su trabajo fue crucial en el desarrollo de la programación en los años 50 y 60.
De todas formas, antecedentes del ordenador ha habido muchos. La máquina analítica de Babbage, concebida en 1816, se considera como el primer computador de la historia, aunque no se llegó a acabar de construir nunca por dificultades de financiación y de tecnología (su antecedente, la máquina diferencial, sí se construyó en 1991 según los planos del propio Babbage y existe una copia en el Museo de las Ciencias de Londres). La máquina debía funcionar con un motor a vapor y según los planos ocuparía un espacio de 30 m de largo por 10 m de ancho. Era programable y fue Ada Lovelace (hija de Lord Byron, el poeta) quien diseñó lo que hoy podría considerarse el primer software de la historia, por lo que Ada está considerada como la primera programadora del mundo. El Departamento de Defensa de EEUU le dió su nombre, ‘ADA’, a un lenguaje de programación.
¿Y qué hay sobre la famosa ‘máquina de Turing’? La llamada ‘máquina de Turing‘ no es una máquina física, sino un concepto relacionado con los algoritmos y la computabilidad (tesis de Church-Turing), surgido como respuesta al problema que planteó David Hilbert en 1920 sobre si las matemáticas son o no decidibles , y que ha tenido gran relevancia en el desarrollo posterior de materias como la complejidad computacional.
Con todas estas ideas revoloteando por mi cabeza leo un artículo de Javier Sampedro en El País Semanal, sobre «Genios entre la inspiración y la locura» en donde se extiende sobre las dos películas recientes sobre científicos, ‘La teoría del todo’ sobre Stephen Hawking y ‘The Imitation Game’, sobre Alan Turing, que vi recientemente y es el germen de este post. Sampedro propone más nombres de científicos geniales para que los vayan acercando al público general a través del cine, puesto que parece que es un buen método de divulgación.
En su artículo Sampedro relata que, después de la guerra, Turing diseñó el primer computador digital electrónico de propósito general y con programa almacenado, el ACE (Automatic Computing Engine). O sea que sí, finalmente parece ser que Turing sí que diseñó un computador real, hacia 1946. Buscando en internet se puede encontrar algo de la historia del ACE, donde también se encuentra información del EDVAC de John Von Newmann, diseñado en el año 1945, y construido un poco después que el ENIAC en la misma Universidad de Pensilvania y en la que Eckert y Mauchly colaboraron con Von Newman. El EDVAC ya utilizaba código binario, como las máquinas actuales, a diferencia del ENIAC que usaba código decimal.
Parece ser que hubo simultáneamente una concurrencia de estudios y diseños, como suele ocurrir siempre en cada avance tecnológico. Los científicos y la tecnología estaban maduros para dar el salto a la computación digital. Quizá, por otra parte, motivados por los desencadenantes políticos y sociales del momento. Una investigación que, como podemos ver fue intensiva y extensiva, en cuanto a repercusiones económicas, armamentísticas, sociales e incluso de género.
Bibliografía:
1) “Alan Turing. El pionero de la era de la información” por B. Jack Copeland. Editorial Turner, 2012.
2) “Genios entre la inspiración y la locura”, artículo de Javier Sampedro en ‘El País semanal’ nº 2.005, de 1 de marzo de 2015.
Laura Matutano Mataix. Licenciada en Matemáticas.
1 comentarios
Las autopistas inmaculadas no existen. Hagamos la ciencia más social. | Blog de piratas de la ciencia dice:
23 abr 2015
[…] científica a lo largo de la historia, modulado por unos eventos sociales muy específicos: las guerras. Pero, si podemos hacerlo con las guerras, ¿Por qué no hacerlo con otros evento sociales, cómo […]